sábado, 11 de julio de 2009

Retos de la globalizaciòn

.

América Latina: estrategias para enfrentar los retos

de la globalización

DAVID SCOTT PALMER

Aunque la asimetría y la dependencia

siguen condicionando su desarrollo,

América Latina ha implementado una

serie de estrategias para enfrentar los

retos de la globalización: la negociación

de tratados de libre comercio,

la diversificación de los mercados para

sus exportaciones, los estímulos a los

productos no tradicionales y las

iniciativas regionales o subregionales

de construcción de mercados comunes.

Incluso aquellos gobiernos que rechazan

los efectos de la globalización no tienen

más remedio que mantenerse dentro de

ella, aunque enfatizando el rol del Estado.

En suma, las estrategias para insertarse

en el mundo no suponen una novedad

absoluta, sino más bien un intento

de acomodarse mediante iniciativas

pragmáticas y realistas que permitan

lograr los objetivos nacionales a través

del aprovechamiento de los espacios

que hoy ofrece la globalización.

Introducción

S

i definimos la globalización como un proceso de acercamiento físico entre

los países y los pueblos del mundo en términos de comunicación, comercio y

cultura, es bastante obvio que su dinámica internacional resulta inevitable.

Todos tenemos que responder a ella, tanto individual como institucionalmente.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista

NUEVA SOCIEDAD
No

214,

marzo-abril de 2008, ISSN: 0251-3552,

.

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La globalización tiene varias causas, entre las cuales quizás la más importante

sea la «revolución» comunicacional de los últimos 20 o 30 años: el transporte,

las telecomunicaciones y la expansión de internet.

No hay forma de que América Latina escape a este proceso global, aun si quisiera

hacerlo. En otras palabras, el rechazo a la globalización no es una opción

en el mundo actual. Para los países latinoamericanos, entonces, el reto es cómo

y de qué forma aprovechar sus elementos positivos y reducir los efectos

negativos. Parte del problema radica en que los elementos principales de la

globalización, incluida la tecnología que ha generado su extraordinaria aceleración,

no se han originado en el Sur sino en el Norte, y tanto los pueblos del

Sur como sus gobiernos se encuentran sometidos a sus efectos sin capacidad

para controlarlos. Esta percepción alimenta la reacción contra la globalización

que hemos visto en los países de América Latina en los últimos años.

También hay que tomar en cuenta el contexto político y económico latinoamericano,

que ha cambiado en forma dramática respecto de los 60 y 70. Uno

de los resultados de estos cambios es una mayor capacidad de respuesta de

parte de los gobiernos de la región hacia los retos del mundo globalizado.

Desde el punto de vista político, la democracia se ha generalizado en casi todos

los países. Y, a pesar de sus múltiples dificultades, se ha mantenido y ha

logrado rutinizarse electoralmente, con partidos de oposición capaces de ganar

elecciones y asumir el poder por esta vía. Una de las implicancias de la

transición del autoritarismo a la democracia es que las inquietudes y los rechazos

a la globalización pueden expresarse electoralmente y producir gobiernos

que defienden programas y estrategias que buscan responder a los

efectos que ella produce en el ámbito nacional.

En cuanto a la economía, casi todos los gobiernos democráticos han implementado

un modelo liberal que incluye la reducción de las barreras aduaneras,

la privatización de las empresas estatales, el impulso a la inversión, tanto

extranjera como nacional, y la formación o expansión de las bolsas para

fortalecer los mercados financieros. Estos cambios contribuyeron a la recuperación

del crecimiento económico en los 90, después de la «década perdida»

de los 80, en el inicio de una dinámica que se ha mantenido, e incluso acelerado,

en los primeros años del nuevo milenio.

En suma, una combinación de modelo económico neoliberal con mecanismos

democráticos que permiten correcciones en las políticas públicas cuando la

sociedad así lo exige. Así podemos apreciar lo que Jorge Castañeda ha definido

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como la «marea rosa» (

pink tide

) que se ha manifestado en varios países, entre

ellos Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia y Ecuador, donde han

triunfado fuerzas de izquierda que cuestionan la globalización y sus efectos

negativos en sus naciones, mientras que en otros países, como México

y Perú, fuerzas de estas características perdieron las elecciones por escaso

margen. A pesar de esta ola de apoyo popular a la izquierda, que

cuestiona el modelo económico neoliberal y la globalización, ninguno de

los gobiernos lo ha rechazado por completo. En este contexto, el gran desafío,

tanto para los líderes de izquierda como para los gobiernos de centro

o de derecha, es el siguiente: ¿cómo aprovechar las dinámicas de la

globalización para obtener los mayores beneficios posibles y evitar sus

efectos negativos?

Marcos analíticos

Al evaluar las posibles estrategias de los gobiernos latinoamericanos, dos

marcos analíticos –la asimetría y la dependencia– permiten un enfoque centrado

en las posibilidades actuales. La

asimetría parte del análisis de las diferencias

económicas entre los países centrales

como

EEUU

, con su consiguiente

capacidad de proyectar su poder, y los

países más pequeños, con capacidades

más reducidas, como los de América

Latina. Por su parte, la idea de dependencia,

formulada originalmente por

intelectuales latinoamericanos y muy

de moda en los 60 y los 70, pone el énfasis en el modo en que las relaciones

económicas Norte-Sur tienden a desfavorecer a los países más chicos.

La aplicación de estos marcos analíticos a realidades concretas arrojaba

siempre la conclusión de que los países pequeños se encontraban tan subordinados

a las políticas de las naciones más grandes que directamente

carecían de la capacidad para construir sus propias estrategias; es decir,

que estaban condenados a un juego de suma cero. Desde esta óptica, la

globalización actual es una manifestación más del control del Norte sobre

el Sur.

Pero si partimos de la idea de un juego de suma positiva, que incluye la opción

de que los participantes puedan ganar, cabe contemplar, aun dentro de

Al evaluar las posibles

estrategias de los gobiernos

latinoamericanos, dos marcos

analíticos –la asimetría

y la dependencia– permiten

un enfoque centrado en las

posibilidades actuales

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un contexto de asimetría y dependencia, la alternativa de que los más pequeños

construyan espacios de maniobra propios. Esto les permitiría formular

políticas que, aunque siempre en el marco de dinámicas formuladas desde

afuera, no se encuentran totalmente subordinadas a ellas, lo cual implica que

son capaces de lograr sus propios objetivos sin convertirse en meros objetos

de la política de los actores más grandes. Por supuesto, los países grandes

también se benefician de la relación, aunque, por el principio de la asimetría,

obtienen menos beneficios en términos relativos que los pequeños debido al

tamaño mucho mayor de sus economías.

Algunas estrategias factibles

Una de las estrategias que los gobiernos de los países latinoamericanos pueden

seguir es la negociación de tratados de libre comercio con un país o un bloque

más grande, como

EEUU o la UE

, para aprovechar las ventajas de un mercado más

amplio. La ampliación del mercado externo estimula la economía local y permite

mejorar tanto el empleo como los ingresos fiscales. Y produce efectos positivos

adicionales en la medida que también facilita la inversión extranjera.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (

TLCAN

), firmado entre

Canadá, México y

EEUU

a principios de los 90, así como los diversos acuerdos

suscriptos por Chile, han producido un efecto neto de por lo menos un punto

anual adicional de crecimiento para ambos países. Si bien todavía no se

puede concluir un análisis de los efectos del Tratado de Libre Comercio de

América Central y la República Dominicana (Cafta-

DR

, por sus siglas en inglés)

con

EEUU

, así como del que firmó Perú, las proyecciones de los beneficios

son similares a las de Chile y México.

La segunda estrategia posible para los países del Sur se basa en la expansión

de los mercados regionales e internacionales para diversificar la exportación

de sus productos y las fuentes de importaciones y de inversión extranjera.

La emergencia de China como consumidor de los productos primarios de

América Latina y como proveedor de manufacturas abre posibilidades para

una importante diversificación comercial. Otros países y bloques, como la

India, Japón y la

UE

, también ofrecen oportunidades que algunas naciones,

entre ellas Chile, Perú, México, Brasil y Venezuela, están comenzando a

aprovechar.

Una tercera estrategia factible es la expansión de las relaciones económicas y

los lazos políticos entre los países del Sur. El Mercosur, que conforman Brasil,

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Argentina, Paraguay y Uruguay, y la Comunidad Andina, que integran

Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, son dos ejemplos de este camino. Estos

acuerdos subregionales facilitan la expansión de los mercados, manteniendo

al mismo tiempo la independencia respecto de los grandes países

del Norte. Otro ejemplo en esta perspectiva es el Banco del Sur, recientemente

creado, que cuenta con Venezuela y Brasil como sus principales

promotores y que tiene el propósito de facilitar el flujo de capitales sin las

restricciones propias de los préstamos de las instituciones financieras internacionales.

La iniciativa responde a la percepción de que el Fondo Monetario

Internacional (

FMI), el Banco Mundial (BM

) y el Banco Interamericano

de Desarrollo (

BID

) se encuentran sometidos a los criterios financieros de

los países centrales, especialmente de

EEUU

. Y esto también se refleja en la

política económica de países como Brasil y Argentina, que en los últimos

cinco años, gracias al crecimiento económico y la expansión de las exportaciones,

han logrado importantes superávits que les han permitido saldar

sus deudas con el

FMI

para librarse de sus condicionamientos.

Una cuarta estrategia, iniciada en algunos países latinoamericanos en los últimos

10 o 20 años, es la diversificación de las exportaciones mediante el impulso

a los productos no tradicionales. En línea con los esfuerzos de algunos

gobiernos para estimular el crecimiento económico a través del incremento

de las exportaciones (

export-led growth

), países como Brasil, Chile, México y

Perú, entre otros, han logrado avances económicos impresionantes. Además,

el auge de los precios internacionales de los productos primarios, entre

ellos cobre, oro, hierro y petróleo, productos agropecuarios como la soja,

los granos y las frutas, así como el ganado, han estimulado el crecimiento

de casi todos los países de la región. Pero, más allá de las ventajas derivadas

de los altos precios internacionales, algunos países están incorporando

nuevas tecnologías, como la elaboración de etanol a base de caña de

azúcar, para responder a la demanda, tanto nacional como internacional,

de alternativas energéticas.

La diversificación de las exportaciones, junto con el alza de los precios internacionales,

generó un aumento de los recursos fiscales. Esto ha permitido

el aumento del gasto gubernamental en ciertos programas prioritarios,

sobre todo sociales. El alto índice de pobreza y de pobreza extrema, que se

incrementó dramáticamente a partir de la crisis de los 80, es el principal reto

de América Latina. Hoy, sin salirse del marco de las políticas económicas

basadas en la liberalización del mercado, muchos países han logrado

incrementar en forma significativa el gasto social, sobre todo en educación,

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salud, seguridad social y programas

de asistencia directa. Si

bien todavía falta mucho por

hacer, América Latina ha logrado

una reducción importante de

los índices de pobreza –y, sobre

todo, extrema pobreza– en los

últimos cinco años.

En fin, mediante una combinación de estrategias en el marco de la globalización,

la mayoría de los gobiernos de América Latina ha podido responder a

los nuevos retos y mejorar su situación económica. Estos resultados positivos,

si se mantienen, sugieren que el modelo económico neoliberal adoptado hace

ya 15 años, junto con las estrategias destinadas a aprovechar las ventajas de la

globalización, han permitido mejorar la situación económica de los países,

aun en un contexto de asimetría y dependencia.

Una estrategia alternativa

Algunos países, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, buscan una respuesta

diferente en el marco de lo que Hugo Chávez ha llamado «socialismo del

siglo

XXI

». La esencia de este esquema es el aumento del control interno del

gobierno sobre sus recursos naturales y estratégicos como la mejor forma

de conseguir mayores beneficios para sus ciudadanos. Es una manera viable

de proceder, pero también riesgosa, pues requiere capacidad técnica y

fuentes de capital más allá del sector privado y las instituciones financieras

internacionales.

Hasta ahora, solo Venezuela cuenta con excedentes de capital, generados por

el alto precio del petróleo, que le permiten implementar inversiones y programas

sociales internos y también apoyar a países como Bolivia, Ecuador, Argentina

y Nicaragua, que comparten la misma perspectiva de expansión estatal.

Los pequeños países del Caribe también se han beneficiado del petróleo

barato ofrecido por Venezuela. Por otro lado, el ya mencionado Banco del Sur

es una iniciativa importante impulsada por Venezuela, al igual que las propuestas

de inversiones en ambiciosos proyectos de infraestructura, como

gasoductos regionales, o programas locales de desarrollo, a través de la Alternativa

Bolivariana para las Américas (

ALBA

). Con estas iniciativas, Venezuela

intenta construir una alternativa a las inversiones privadas y los préstamos

de las instituciones financieras internacionales.

Hoy, sin salirse del marco

de las políticas económicas

basadas en la liberalización

del mercado, muchos países

han logrado incrementar en forma

significativa el gasto social

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A pesar de las posibilidades que estos proyectos ofrecen, sobre todo como

una opción más para la diversificación de las relaciones internacionales, lo

cierto es que todas ellas se desarrollan en el marco internacional de la globalización,

en el cual predomina el sector privado. Y hasta el momento, en ninguno de

los países que buscan un camino alternativo (ni siquiera en Venezuela) se ha

registrado una disminución de las actividades comerciales internacionales, y

ninguno ha dejado de aprovechar los beneficios que de ellas derivan.

En suma, la retórica antiglobalización no ha llegado a concretarse en hechos,

más allá de los ajustes internos que apuntan a un mayor papel del Estado en

la economía. Pese a ello, en la medida que los altos precios internacionales del

petróleo se mantengan y Hugo Chávez siga en el poder, la nueva modalidad

de socialismo puede seguir siendo una alternativa para algunos países de la

«marea rosa». Pero ninguno de estos dos factores está asegurado en el futuro.

Además, todos los países seguirán moviéndose en la realidad de la globalización,

que limita las posibilidades de transformación hacia el socialismo, por más

nuevo que sea. La perspectiva más probable en estos tres casos, entonces, es la

creación de economías mixtas adaptadas al mundo globalizado.

En suma, a pesar de las formulaciones analíticas e ideológicas que señalan lo

contrario, y aun en un contexto de asimetría y dependencia económica, América

Latina cuenta con ciertos espacios de maniobra. Parte de la explicación

del fracaso del modelo económico que culminó en los 80 radica en las políticas

económicas estatizantes aplicadas por gobiernos generalmente autoritarios

que se negaban a aceptar los márgenes de acción que existían, incluso en

un marco de asimetría y dependencia. En las décadas de 1960 y 1970 se logró,

es cierto, una reducción de la dependencia económica, sobre todo comercial

y de inversiones, pero al costo de limitar las oportunidades internas, lo cual

dificultó la generación de ingresos fiscales y la atracción del capital necesario

para mantener y expandir el modelo. Este fracaso explica en buena medida la

búsqueda de nuevas opciones económicas y políticas que derivó en la implementación

de reformas de mercado y el avance de los procesos democráticos

en las últimas décadas. Este doble camino, transitado en forma paralela a la

extensión de la globalización, genera nuevas y mayores posibilidades para

los gobiernos de América Latina.

Conclusiones

Las estrategias seguidas por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos para

lograr sus metas en el contexto de la globalización incluyen la negociación de

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TLC

, la diversificación de los mercados para sus exportaciones y las fuentes externas

de inversión, los estímulos a los productos no tradicionales y las iniciativas

regionales o subregionales de construcción de mercados comunes.

Aunque todavía están siendo implementadas, estas iniciativas representan

respuestas positivas a las oportunidades abiertas tanto por la globalización

como por los cambios internos registrados. Esta estrategia, junto con el aumento

de la demanda de los productos primarios tradicionales, ha producido

un crecimiento económico impresionante, que genera ingresos fiscales suficientes

para un incremento del gasto social.

Desde el punto de vista político, la rutinización de la democracia en casi todos

los países de la región ha permitido ajustar las políticas públicas cuando

los gobiernos no responden a las prioridades populares. Esto ha propiciado el

ascenso de líderes con propuestas diferentes, incluyendo aquellos que proponen

alternativas a la globalización, como Hugo Chávez en Venezuela, Evo

Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, que impulsan un fortalecimiento

del rol del Estado en la economía y la aplicación de condiciones más

estrictas a los inversionistas privados. En el fondo, sin embargo, todos ellos siguen

funcionando en el marco de la globalización, aunque con un mayor énfasis

en el papel del Estado.

En suma, las estrategias de los gobiernos latinoamericanos para responder a

la globalización no suponen una novedad absoluta, sino más bien un intento

de acomodarse a su dinámica mediante iniciativas pragmáticas y realistas que

permitan lograr sus objetivos nacionales a través del aprovechamiento de los

espacios que hoy ofrece el mundo. Estas estrategias reflejan el reconocimiento

de que los países de la región, aunque incapaces de cambiar la naturaleza

misma de la globalización, cuentan con buenas oportunidades para avanzar

en sus objetivos nacionales. Los datos más recientes indican que han tenido

cierto éxito y sugieren una continuidad, aunque por supuesto condicionada al

respaldo popular en los procesos electorales que, afortunadamente, ya son rutina

en casi toda América Latina.

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