sábado, 31 de octubre de 2009

Reforma Protestante

Reforma
1 INTRODUCCIÓN
Reforma, movimiento religioso surgido en el siglo XVI en el ámbito de la Iglesia cristiana, que supuso el fin de la hegemonía de la Iglesia católica y la instauración de distintas iglesias ligadas al protestantismo. La Reforma, precedida por la cultura del renacimiento y, de alguna forma, seguida por la Revolución Francesa, alteró por completo el modo de vida de Europa occidental e inició la edad moderna. Aunque se inició a principios del siglo XVI, cuando Martín Lutero desafió la autoridad papal, las circunstancias que condujeron a esa situación se remontan a fechas anteriores y conjugan complejos elementos doctrinales, políticos, económicos y culturales.
2 CONDICIONES QUE PRECEDIERON A LA REFORMA
John Wycliffe y los 'predicadores pobres'
John Wycliffe se anticipó a la Reforma protestante en casi dos siglos. Apoyó la postura de Eduardo III y del Parlamento inglés en contra del pago del tributo papal desde el siglo XIV. También cuestionó la autoridad del papa, introdujo el concepto de la primacía de la gracia y repudió la doctrina de la transubstanciación. En la imagen aparece, hacia 1380, con los 'predicadores pobres' que propagaron sus doctrinas.
Hulton Deutsch
A partir de la revitalización que vivió el Sacro Imperio Romano Germánico desde que Otón I el Grande se convirtiera en emperador en el 962, los papas y emperadores se vieron involucrados en una continua contienda por la supremacía en los asuntos temporales y terrenales. Este conflicto concluyó, a grandes rasgos, con la victoria del Papado, pero creó profundos antagonismos entre Roma y el Imperio, que aumentaron durante los siglos XIV y XV. La animosidad provocada por los impuestos papales y por la sumisión a los delegados pontificios se extendió a otras zonas de Europa. En Inglaterra, el principio del movimiento para lograr una independencia absoluta de la jurisdicción papal empezó con la promulgación de los estatutos de Mortmain (1279), Provisors (1351) y Praemunire (1393), que redujeron, en gran medida, el poder de la Iglesia en el control del gobierno civil sobre las tierras, en el nombramiento de cargos eclesiásticos y en el ejercicio de la autoridad judicial.
El reformador religioso inglés del siglo XIV John Wycliffe atacó con audacia al propio Papado, arremetiendo contra la venta de indulgencias, las peregrinaciones, la excesiva veneración a los santos y los bajos niveles morales e intelectuales de los sacerdotes. Para hacer llegar sus ideas a individuos de cualquier extracción social, tradujo la Biblia al inglés y comenzó a predicar en esta lengua y no en latín. Sus enseñanzas se extendieron a Bohemia, donde encontraron un fuerte partidario en Jan Hus. La ejecución de Hus por herejía, en 1415, desencadenó casi de inmediato el estallido de las denominadas Guerras Husitas, que revelaron una violenta expresión del nacionalismo bohemio nunca suprimido por completo, a pesar de las duras campañas represivas emprendidas por las fuerzas combinadas del Emperador y del Papa. Estas luchas fueron precursoras de la guerra civil religiosa que tuvo lugar en Alemania ya en tiempos de Lutero. En Francia, en 1516, un concordato entre el Rey y el Papa puso a la Iglesia francesa, de forma sustancial, bajo la autoridad regia. Los concordatos firmados con otras monarquías nacionales también prepararon el camino para la aparición de iglesias nacionales.
Ya en el siglo XIII, el Papado se había hecho vulnerable a los ataques y reproches de los reformistas, debido a la codicia, inmoralidad e ignorancia de muchos de sus miembros en todas las esferas de su jerarquía. Las extensas posesiones de la Iglesia, libres de cargas, que constituían, según cálculos diversos, entre una quinta y una tercera parte de todas las tierras de Europa, estimularon el resentimiento por parte del campesinado. La llamada cautividad de Babilonia que vivieron los papas durante el siglo XIV, cuando tuvieron su sede en Aviñón, y el consiguiente Gran Cisma de Occidente, provocaron graves perjuicios en la autoridad de la Iglesia y dividieron a sus partidarios en seguidores de uno u otro papa. Los miembros de la Iglesia reconocieron la necesidad de afrontar una reforma interna. En el Concilio de Constanza (1414-1418) se debatieron ambiciosos programas que proponían la reorganización de la totalidad jerárquica, pero ningún proyecto consiguió un apoyo mayoritario y no se instituyó ningún cambio radical.
El humanismo, la revitalización de la formación clásica y la inquietud doctrinal y especulativa, que comenzaron a desarrollarse en el siglo XV en Italia, desplazaron al escolasticismo como filosofía principal en Europa occidental y privaron a los líderes de la Iglesia del monopolio sobre la enseñanza que antes habían ostentado. Los miembros legos estudiaban literatura antigua y eruditos de la categoría del humanista italiano Lorenzo Valla evaluaron de forma crítica las traducciones de la Biblia y otros documentos que eran la base del dogma y de la tradición de la Iglesia. La invención de la imprenta con tipos de metal móviles incrementó en gran medida la circulación de los libros y extendió las ideas de renovación espiritual por toda Europa. Los humanistas que vivían fuera de Italia, como Erasmo de Rotterdam en los Países Bajos, John Colet y Tomás Moro en Inglaterra, Johann Reuchlin en Alemania y Jacques Lefèvre d’Étaples en Francia, aplicaron nuevas normas a la evaluación de las prácticas de la Iglesia y al desarrollo de un conocimiento más preciso de las Escrituras. Estos eruditos estudios sentaron las bases sobre las que Martín Lutero y Juan Calvino reivindicaron que la única autoridad religiosa posible era el juicio individual aplicado al estudio de la Biblia.
3 MOVIMIENTOS NACIONALES
La Reforma protestante fue emprendida en Alemania por Lutero en 1517, al publicar sus 95 Tesis, que desafiaban la teoría y la práctica de las indulgencias papales.
3.1 Alemania y la Reforma luterana

Martín Lutero
El teólogo y reformador religioso alemán Martín Lutero precipitó la Reforma protestante al publicar en 1517 sus 95 tesis denunciando las indulgencias y los excesos de la Iglesia católica. Para Lutero la esencia del cristianismo no se encuentra en la organización encabezada por el papa, sino en la comunicación directa de cada persona con Dios. Su protesta provocó una cascada de desengaños en la Iglesia católica y sentó las bases de otros movimientos protestantes, como el calvinista y el presbiteriano.
THE BETTMANN ARCHIVE
Las autoridades papales ordenaron a Lutero que se retractara y se sometiera a la autoridad de la Iglesia, pero él replicó con mayor radicalidad, haciendo un llamamiento a la reforma, atacando el sistema sacramental y recomendando que la religión se mantuviera en la fe individual basada en las normas contenidas en la Biblia. Amenazado de excomunión por el Papa, Lutero quemó ante sus seguidores, en la plaza pública, la bula o decreto papal de excomunión y con ella un volumen de la ley del canon. Este acto de desafío simbolizaba una ruptura definitiva con todo el sistema de la Iglesia católica. En un intento por frenar las revueltas, el emperador Carlos V y los príncipes alemanes y eclesiásticos se reunieron en 1521 en la Dieta de Worms e instaron a Lutero a retractarse. Éste se negó una vez más y fue declarado fuera de la ley. Durante casi un año permaneció escondido, escribiendo panfletos en los que exponía sus principios y traduciendo el Nuevo Testamento al alemán. Aunque sus obras habían sido prohibidas por edicto imperial, fueron distribuidas en público y se convirtieron en poderosos instrumentos para hacer de las grandes ciudades alemanas importantes centros del luteranismo.
El movimiento reformista se extendió vertiginosamente entre el pueblo, y cuando Lutero abandonó su retiro, fue recibido en su casa en Wittenberg como un líder revolucionario. Los territorios alemanes del Imperio se habían dividido, de forma inapelable, por motivos religiosos y económicos. Aquellos que estaban más interesados en preservar el orden tradicional, como el Emperador, algunos príncipes y el alto clero, apoyaron a la Iglesia católica. El luteranismo estaba apoyado, principalmente, por los príncipes del norte de Alemania, el bajo clero, los comerciantes y amplios sectores del campesinado, que aprovecharon la situación como una oportunidad para obtener una mayor independencia tanto de las esferas religiosas como de las económicas. Las Guerras Campesinas (1524-1526) fueron un reflejo de esta tentativa. Los campesinos intentaron mejorar su mísera situación económica y, así, sus reivindicaciones, que contenían algunos puntos defendidos por Lutero desde el punto de vista religioso, invocaban la emancipación del número de servicios reclamado por los terratenientes, tanto seglares como eclesiásticos. Lutero desaprobó la utilización de sus doctrinas para justificar una revuelta social y, aunque en un principio procuró buscar una salida pacífica al conflicto, pronto se volvió contra los campesinos y en su panfleto Contra las hordas de campesinos asesinos y ladrones (1525), les condenó por recurrir a la violencia. Esto le valió ganarse el apoyo de numerosos miembros de la nobleza.
Los campesinos fueron derrotados, pero la escisión producida entre los católicos y los luteranos se incrementó. En 1526 se alcanzó un mínimo compromiso, al conceder el Emperador que los estados reglamentasen, sólo en sus dominios, la cuestión religiosa. En la Dieta de Spira (1529), la mayoría católica logró revocar el anterior acuerdo, lo que hizo que los luteranos elevaran hasta el Emperador su más enérgica protesta. Desde entonces se les empezó a llamar protestantes, denominación que, posteriormente, se extendió a todos los grupos reformistas opuestos al dirigismo de Roma.
En 1530, el erudito y reformista religioso alemán Philip Melanchthon concibió un estatuto de la fe y los dogmas luteranos, conocido como Confesión de Augsburgo, que fue sometida al emperador Carlos V y a la facción católica. Aunque no consiguió reconciliar las diferencias entre los católicos y los luteranos, se estableció como fundamento y credo de la nueva Iglesia luterana. Las guerras contra Francia y los turcos impidieron durante un tiempo que Carlos V dirigiera sus ejércitos contra los luteranos. Pero en 1546 el Emperador quedó libre de compromisos internacionales y, tras aliarse con varios príncipes alemanes como el duque Mauricio de Sajonia, declaró la guerra a la Liga de Esmalcalda, constituida por los príncipes protestantes. Las fuerzas católicas tuvieron éxito al principio, derrotando a los protestantes en la batalla de Mühlberg. No obstante, tras pasarse Mauricio de Sajonia a las filas protestantes, obligó a Carlos V a firmar la paz. Este conflicto, motivado por cuestiones religiosas y que terminó por convertirse en una guerra civil entre los distintos príncipes del Imperio, terminó con la Paz de Augsburgo (1555). Sus términos declaraban que cada uno de los príncipes del Imperio podría elegir entre el catolicismo y el luteranismo como religión de su territorio, a la que deberían adscribirse todos sus súbditos. El luteranismo, profesado por casi la mitad de la población alemana, consiguió finalmente ser reconocido de modo oficial. De tal manera que el antiguo concepto de comunidad cristiana, unida en el terreno religioso en Europa occidental bajo la suprema autoridad del papa, fue desbancado.
3.2 Escandinavia
En los países escandinavos, la Reforma tuvo lugar de forma pacífica a la vez que el luteranismo se extendía hacia el norte desde Alemania. Las monarquías de Dinamarca y Suecia patrocinaron el movimiento reformista y rompieron por completo con el Papado. En 1536, una asamblea nacional celebrada en Copenhague abolió la autoridad de los obispos católicos en toda Dinamarca. En este mismo sentido, Cristián III, rey de Dinamarca y Noruega, instó a Johann Bugenhagen, reformador religioso alemán y amigo de Lutero, para que organizara una Iglesia nacional luterana en Dinamarca, siguiendo las premisas de la Confesión de Augsburgo. En Suecia, los hermanos Olaus y Laurentius Petri dirigieron el movimiento encaminado a adoptar el luteranismo como religión oficial del Estado, lo que ocurrió en 1529 con el apoyo del rey Gustavo I Vasa y la Asamblea nacional sueca.
3.3 Suiza
El temprano movimiento reformador suizo, contemporáneo del alemán, fue conducido por el teólogo Ulrico Zuinglio, quien en 1518 efectuó una vigorosa denuncia de la venta de indulgencias. Zuinglio expresó su oposición a los abusos de la autoridad eclesiástica mediante sermones y discursos públicos en la plaza del mercado y ante el Consejo de la ciudad de Zurich. Al igual que ya manifestó Lutero, Zuinglio consideraba la Biblia como única fuente de autoridad moral y se esforzó por eliminar todas aquellas fórmulas y costumbres católicas no fundamentadas en las Escrituras. Desde 1523 hasta 1525, bajo su liderazgo, en Zurich fueron quemadas reliquias, prohibidas las procesiones, así como la adoración a las imágenes y a los santos, liberados los sacerdotes y monjes de sus votos de celibato y reemplazada la misa por un rito eucarístico más sencillo. Estos cambios, mediante los que la ciudad se rebeló contra la Iglesia católica, fueron realizados por medio de medidas legales adoptadas en votaciones del Consejo de Zurich. Los principales defensores de estas innovaciones, los comerciantes, expresaron así su independencia de la Iglesia de Roma y del Sacro Imperio. Otras ciudades suizas, como Basilea y Berna, adoptaron reformas análogas, mientras que el conservador campesinado de otros cantones se mantuvo fiel al catolicismo. Al igual que en Alemania, la autoridad del gobierno central era demasiado débil para reforzar la conformidad religiosa y prevenir la guerra civil. Estallaron dos breves conflictos entre los cantones protestantes y los católicos en 1529 y en 1531. En el segundo de éstos, que tuvo lugar en Kappel, Zuinglio fue asesinado. Tras establecerse la paz, cada cantón fue autorizado a elegir su religión. El catolicismo prevaleció en las regiones montañosas del país y el protestantismo en las grandes ciudades y valles fértiles. Esencialmente, esta misma división persiste hoy en día.
En la generación que sucedió a la de Lutero y Zuinglio, la figura dominante de la Reforma fue Juan Calvino, teólogo protestante francés que huyó de la persecución religiosa en su país y, en 1536, se estableció en la nueva e independiente República de Ginebra. Calvino lideró la estricta instauración de las medidas de reforma instituidas tiempo atrás por el Consejo de la ciudad de Ginebra e insistió en promulgar otras nuevas, incluyendo el canto de los salmos congregacionales como parte del culto eclesiástico, la enseñanza del catecismo y la confesión de fe de los niños, el establecimiento de una severa disciplina moral en la comunidad por parte de pastores y miembros de la Iglesia y la excomunión de pecadores notables. La organización de la Iglesia de Calvino se inspiraba en modelos democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo. Pastores, profesores, presbíteros y diáconos fueron elegidos para ocupar puestos oficiales por los miembros de la congregación.
Aunque la Iglesia y el Estado estaban oficialmente separados, lo cierto es que cooperaban de forma tan estrecha que Ginebra era de hecho una teocracia. Para reforzar la disciplina de la moral, Calvino instituyó una rígida inspección de conducta familiar y organizó un consistorio, compuesto de pastores y legos, con grandes poderes sobre la comunidad. El vestido y comportamiento personal de los ciudadanos estaban prescritos hasta el más mínimo detalle. Bailar, jugar a las cartas, a los dados y otras diversiones quedaron prohibidas, mientras que la blasfemia y la obscenidad fueron castigadas con severidad. Bajo este rígido régimen, los disidentes fueron perseguidos e incluso condenados a muerte. Tal fue el caso del humanista español Miguel Servet. Para animar a la lectura y comprensión de la Biblia, se proporcionó a todos los ciudadanos una educación elemental. En 1559, Calvino fundó una universidad en Ginebra que fue famosa por la formación de pastores y profesores. Más que ningún otro reformador, Calvino organizó las diversas interpretaciones del pensamiento protestante en un sistema claro y lógico. La difusión de sus obras, su influencia como pedagogo y su gran habilidad para estructurar la Iglesia y el Estado en los términos de la Reforma, despertaron la atención internacional e imprimieron a las Iglesias reformadas de Suiza, Francia y Escocia, el profundo sello del calvinismo, tanto en la teología como en lo referente a su organización.
3.4 Francia
La Reforma fue iniciada en Francia, a principios del siglo XVI, por un grupo de místicos y humanistas que se reunían en Meaux, cerca de París, bajo el liderazgo de Lefèvre d’Étaples. Como Lutero, Lefèvre d’Étaples estudió la Epístola a los romanos de san Pablo y fundamentó sobre esa lectura su creencia en la salvación por la sola fe individual; negó también el dogma de la transubstanciación. En 1523 tradujo el Nuevo Testamento al francés. En un principio, sus obras fueron bien recibidas por los representantes de la Iglesia y el Estado, pero conforme comenzaban a extenderse por Francia las doctrinas radicales de Lutero, la obra de Lefèvre d’Étaples fue considerada pareja de aquella y él y sus seguidores fueron declarados proscritos. Muchos protestantes influyentes huyeron de Francia y se asentaron en Suiza, hasta que consiguieron reforzarse en número y filosofía gracias al conocimiento de la reforma calvinista llevada a cabo en Ginebra. Más de 120 pastores educados en Ginebra por Calvino regresaron a Francia antes de 1567 para ganar prosélitos al protestantismo. En 1559, los delegados de 66 iglesias reformadas francesas se reunieron en un sínodo nacional que tuvo lugar en París, para redactar una confesión de fe y una regla disciplinaria basadas en las puestas en práctica en Ginebra.
De ese modo se organizó la primera Iglesia nacional protestante de Francia. Sus miembros fueron conocidos como hugonotes. A pesar de todos los esfuerzos para suprimirlos, los hugonotes se convirtieron en una comunidad gigantesca y la división del país entre facciones protestantes y católicas condujo a las denominadas guerras de Religión francesas (1559-1598). Uno de los capítulos más trágicos de esta lucha fue la masacre de la Noche de San Bartolomé, durante la cual fueron asesinados un gran número de protestantes. Durante el reinado de Enrique IV los hugonotes se impusieron durante un breve periodo, pero, dado que más de una novena parte de los franceses seguía siendo católica, el rey pensó en la necesidad urgente de convertirse al catolicismo y afianzarse en el trono. Sin embargo, siguió protegiendo a sus seguidores hugonotes y proclamó, en 1598, el Edicto de Nantes, que otorgó la libertad religiosa parcial a los hugonotes. El Edicto fue revocado en 1685 por Luis XIV y el protestantismo fue, de hecho, erradicado del país.
3.5 Países Bajos
El protestantismo fue bien acogido en los Países Bajos por la burguesía, clase social que se había desarrollado como tal durante la edad media. El emperador Carlos V, con mayor poderío militar en este territorio que en los territorios alemanes, intentó frenar la expansión de las doctrinas protestantes, quemando en las plazas públicas los libros de Lutero e instituyendo la Inquisición en 1522. Sin embargo, estas medidas no tuvieron éxito y, hacia mediados del siglo XVI, el protestantismo estaba muy asentado en las provincias septentrionales; las provincias meridionales (en el actual territorio belga) permanecieron, de forma predominante, fieles al catolicismo. La mayoría de los neerlandeses se unieron al calvinismo, que sirvió para afianzar su nacionalismo contra sus dirigentes católicos españoles. La guerra de los Países Bajos se inició en 1566 y no finalizó hasta 1648, cuando España, en la Paz de Westfalia, reconoció de forma oficial como Estado independiente a las Provincias Unidas, nombre con el que se habían constituido las provincias del norte en 1579.
3.6 Escocia

John Knox
John Knox introdujo en Escocia el estricto código de las doctrinas calvinistas. Sin embargo, en vez de buscar el apoyo de la burguesía como Calvino, predicó la idea de ‘los Elegidos’ a las masas campesinas del siglo XVI. El credo protestante, después llamado presbiteriano, se convirtió en un símbolo del nacionalismo escocés.
Hulton Deutsch
La Reforma surgió en Escocia entre algunos sectores de la población ya hostiles a la Iglesia católica. El clero católico ya había sido desacreditado en el siglo XV por los lolardos, seguidores de las doctrinas de John Wycliffe. Los mercaderes y la pequeña nobleza se mantuvieron muy activos para continuar con la reforma religiosa, que sirvió también como vehículo para conseguir la autodeterminación nacional y la independencia de Inglaterra y Francia. En consecuencia, el protestantismo se expandió con rapidez a pesar de las medidas represivas de la monarquía procatólica de Escocia. El primitivo movimiento religioso reformador, iniciado por líderes como el mártir Patrick Hamilton, se encontró de pronto bajo influencia luterana. La verdadera revolución, conseguida bajo el liderazgo de John Knox, discípulo de Calvino, implantó el calvinismo como religión nacional de Escocia. En 1560, Knox persuadió al Parlamento escocés para que adoptara una confesión de fe y un libro disciplinario siguiendo el modelo establecido en Ginebra. Con posterioridad, el Parlamento creó la Iglesia de Escocia, presbiteriana, y proporcionó fondos para su gobierno, que se sustituyó mediante sesiones de un kirk (iglesia) local y mediante una asamblea general que representaba a las iglesias locales de todo el país. María I Estuardo, reina católica de Escocia, intentó desbancar a la nueva iglesia protestante, pero después de una lucha de siete años, ella misma se vio obligada a abandonar el país. El calvinismo triunfó en Escocia, excepto en unos pocos distritos del norte, donde se impuso con fuerza el catolicismo, en particular entre las familias nobles.
3.7 Inglaterra
La revuelta inglesa contra Roma se diferenció de las insurrecciones de Alemania, Suiza y Francia en dos aspectos. En primer lugar, Inglaterra era un Estado en el sentido moderno de la palabra, con un gobierno central fuerte; así pues, en vez de dividir el país en facciones regionales o partidos y desembocar en una guerra civil, la revuelta fue nacional, es decir que el rey y el Parlamento se unieron para transferir a aquél la jurisdicción eclesiástica que el papa había ejercido con anterioridad. En segundo lugar, mientras que en los países continentales la campaña para la reforma religiosa entre el pueblo precedió y causó la ruptura política con el Papado, en Inglaterra la escisión política se produjo primero como resultado de la decisión personal de Enrique VIII al divorciarse de su primera mujer, y el cambio en la doctrina religiosa tuvo lugar posteriormente durante los reinados de Eduardo VI e Isabel I. Enrique VIII deseaba divorciarse de su mujer, Catalina de Aragón, porque no le había dado un heredero varón y temía que esto supusiera el final de su dinastía. Su matrimonio con Catalina, que se hubiera considerado ilegal bajo la ley eclesiástica, puesto que ella era la viuda del hermano del rey, había sido permitido únicamente por dispensa papal. Enrique VIII adujo que la dispensa papal contravenía la ley eclesiástica y que el matrimonio era por lo tanto nulo. El Papa defendió la validez de la dispensa y se negó a anular el matrimonio, tras lo cual Enrique pidió el consejo de reformadores, de nobles y de las facultades de las grandes universidades europeas.
Ocho facultades universitarias apoyaron su petición. Zuinglio y el teólogo Oecolampadio también consideraron su matrimonio nulo, pero Lutero y Melanchthon lo consideraron legal. El rey aceleró el curso de los acontecimientos al casarse con Ana Bolena en 1533 y dos meses más tarde obtuvo del arzobispo de Canterbury su divorcio de Catalina. Enrique VIII fue excomulgado por el Papa, pero tomó represalias obteniendo en 1534 el permiso del Parlamento para aprobar un acta que nombraba al monarca y a sus sucesores jefes supremos de la Iglesia de Inglaterra, estableciendo así una Iglesia nacional anglicana independiente. Posteriores legislaciones suprimieron los ingresos papales y terminaron con su autoridad política y religiosa en Inglaterra. Entre 1536 y 1539 los monasterios fueron suprimidos y sus propiedades requisadas por el Estado. Enrique VIII no tenía interés en ir más allá de estos cambios, que eran motivados sobre todo por consideraciones políticas más que doctrinales. De hecho, para prevenir la expansión del luteranismo, obligó al Parlamento a aceptar en 1539 la promulgación de un conjunto de edictos conocidos como los Seis Artículos, que convirtió en herético el hecho de negar los principales dogmas teológicos del catolicismo medieval. La obediencia al Papado siguió considerándose, sin embargo, delito. En consecuencia, muchos luteranos fueron quemados por herejía y los católicos que se negaron a reconocer la supremacía eclesiástica del rey también fueron ejecutados.
Bajo Eduardo VI, las doctrinas y prácticas protestantes aborrecidas por Enrique VIII fueron introducidas en la Iglesia anglicana. Los Seis Artículos fueron revocados en 1547 y los reformadores continentales, como el alemán Martin Bucero, fueron invitados a predicar en Inglaterra. En 1549, fue publicado el Libro de la Oración Común en lengua vernácula y considerado texto de uso obligatorio para dar unidad al servicio de la Iglesia anglicana. En 1552 se publicó un segundo Libro de Oración y se adoptó un nuevo credo de 42 artículos. Sin embargo, María I intentó restaurar el catolicismo como religión estatal y durante su reinado murieron en la hoguera muchos protestantes. Otros se trasladaron a países continentales, donde sus opiniones religiosas, a menudo, se radicalizaban a través del contacto con el calvinismo. Se llegó a un acuerdo final bajo Isabel I en 1563. El protestantismo fue restaurado, y se persiguió a los católicos. Los 42 artículos del credo anglicano, adoptados bajo Eduardo VI, quedaron reducidos a los actuales Treinta y nueve artículos. Este credo es protestante y más próximo al luteranismo que al calvinismo, pero la organización episcopal y ritual de la Iglesia anglicana es la misma, en esencia, que la de la Iglesia católica. Un gran número de personas en la época de Isabel I no consideraba a la Iglesia anglicana lo bastante reformada y opuesta a Roma. Fueron conocidos como disidentes o inconformistas y al final formaron o se convirtieron en miembros de numerosos grupos calvinistas como los presbiterianos, puritanos, separatistas y cuáqueros.
3.8 Grupos y sectas menores
Además de las iglesias luterana, anglicana y el conjunto formado por las denominadas iglesias reformadas, creadas durante la Reforma, surgió un gran número de pequeñas sectas como consecuencia natural del rechazo protestante a la autoridad tradicional y la exaltación del criterio personal en materias religiosas y de conciencia. Una de las más destacadas, la de los anabaptistas, encontró muchos partidarios en toda Europa, en particular en Alemania, donde jugaron un papel importante en las Guerras Campesinas. Fueron perseguidos por los católicos al igual que por los luteranos, los zuinglianos y otros grupos protestantes, y muchos de ellos fueron condenados a muerte. Otro destacado movimiento, el unitarismo, consiguió un considerable número de seguidores en Suiza, Alemania, Países Bajos y Polonia.
4 RESULTADOS DE LA REFORMA
A pesar de la diversidad de las fuerzas reformadoras del siglo XVI, la Reforma tuvo resultados muy importantes allí donde triunfó. En general, el poder y las riquezas perdidas por algunos nobles y por la jerarquía católica pasaron a la clase media y a los monarcas. Varias regiones de Europa ganaron independencia política, religiosa y cultural. Incluso en países como Francia y lo que hoy es Bélgica, donde el catolicismo se mantuvo, se desarrolló un nuevo individualismo y nacionalismo en materia cultural y política. El énfasis protestante con respecto al juicio personal en el ámbito religioso aumentó el desarrollo de los gobiernos democráticos basados en la elección colectiva realizada por votantes individuales. La destrucción del sistema medieval favoreció a la banca y al comercio al eliminar las tradicionales restricciones religiosas y abrió el camino para el crecimiento del capitalismo moderno. Durante la Reforma, las lenguas nacionales y la literatura avanzaron en gran medida debido a la extensa difusión de la literatura religiosa escrita en las lenguas vernáculas en lugar del latín. La educación popular también fue estimulada gracias a las nuevas escuelas fundadas por Colet en Inglaterra, Calvino en Ginebra y los príncipes protestantes en Alemania. La religión ya no era tanto una parcela privilegiada del alto clero, sino una expresión directa de las creencias de la población. Sin embargo, la intolerancia religiosa no disminuyó y los enfrentamientos religiosos continuaron siendo frecuentes durante cerca de un siglo.
Reforma
1 INTRODUCCIÓN
Reforma, movimiento religioso surgido en el siglo XVI en el ámbito de la Iglesia cristiana, que supuso el fin de la hegemonía de la Iglesia católica y la instauración de distintas iglesias ligadas al protestantismo. La Reforma, precedida por la cultura del renacimiento y, de alguna forma, seguida por la Revolución Francesa, alteró por completo el modo de vida de Europa occidental e inició la edad moderna. Aunque se inició a principios del siglo XVI, cuando Martín Lutero desafió la autoridad papal, las circunstancias que condujeron a esa situación se remontan a fechas anteriores y conjugan complejos elementos doctrinales, políticos, económicos y culturales.
2 CONDICIONES QUE PRECEDIERON A LA REFORMA

John Wycliffe y los 'predicadores pobres'
John Wycliffe se anticipó a la Reforma protestante en casi dos siglos. Apoyó la postura de Eduardo III y del Parlamento inglés en contra del pago del tributo papal desde el siglo XIV. También cuestionó la autoridad del papa, introdujo el concepto de la primacía de la gracia y repudió la doctrina de la transubstanciación. En la imagen aparece, hacia 1380, con los 'predicadores pobres' que propagaron sus doctrinas.
Hulton Deutsch
A partir de la revitalización que vivió el Sacro Imperio Romano Germánico desde que Otón I el Grande se convirtiera en emperador en el 962, los papas y emperadores se vieron involucrados en una continua contienda por la supremacía en los asuntos temporales y terrenales. Este conflicto concluyó, a grandes rasgos, con la victoria del Papado, pero creó profundos antagonismos entre Roma y el Imperio, que aumentaron durante los siglos XIV y XV. La animosidad provocada por los impuestos papales y por la sumisión a los delegados pontificios se extendió a otras zonas de Europa. En Inglaterra, el principio del movimiento para lograr una independencia absoluta de la jurisdicción papal empezó con la promulgación de los estatutos de Mortmain (1279), Provisors (1351) y Praemunire (1393), que redujeron, en gran medida, el poder de la Iglesia en el control del gobierno civil sobre las tierras, en el nombramiento de cargos eclesiásticos y en el ejercicio de la autoridad judicial.
El reformador religioso inglés del siglo XIV John Wycliffe atacó con audacia al propio Papado, arremetiendo contra la venta de indulgencias, las peregrinaciones, la excesiva veneración a los santos y los bajos niveles morales e intelectuales de los sacerdotes. Para hacer llegar sus ideas a individuos de cualquier extracción social, tradujo la Biblia al inglés y comenzó a predicar en esta lengua y no en latín. Sus enseñanzas se extendieron a Bohemia, donde encontraron un fuerte partidario en Jan Hus. La ejecución de Hus por herejía, en 1415, desencadenó casi de inmediato el estallido de las denominadas Guerras Husitas, que revelaron una violenta expresión del nacionalismo bohemio nunca suprimido por completo, a pesar de las duras campañas represivas emprendidas por las fuerzas combinadas del Emperador y del Papa. Estas luchas fueron precursoras de la guerra civil religiosa que tuvo lugar en Alemania ya en tiempos de Lutero. En Francia, en 1516, un concordato entre el Rey y el Papa puso a la Iglesia francesa, de forma sustancial, bajo la autoridad regia. Los concordatos firmados con otras monarquías nacionales también prepararon el camino para la aparición de iglesias nacionales.
Ya en el siglo XIII, el Papado se había hecho vulnerable a los ataques y reproches de los reformistas, debido a la codicia, inmoralidad e ignorancia de muchos de sus miembros en todas las esferas de su jerarquía. Las extensas posesiones de la Iglesia, libres de cargas, que constituían, según cálculos diversos, entre una quinta y una tercera parte de todas las tierras de Europa, estimularon el resentimiento por parte del campesinado. La llamada cautividad de Babilonia que vivieron los papas durante el siglo XIV, cuando tuvieron su sede en Aviñón, y el consiguiente Gran Cisma de Occidente, provocaron graves perjuicios en la autoridad de la Iglesia y dividieron a sus partidarios en seguidores de uno u otro papa. Los miembros de la Iglesia reconocieron la necesidad de afrontar una reforma interna. En el Concilio de Constanza (1414-1418) se debatieron ambiciosos programas que proponían la reorganización de la totalidad jerárquica, pero ningún proyecto consiguió un apoyo mayoritario y no se instituyó ningún cambio radical.
El humanismo, la revitalización de la formación clásica y la inquietud doctrinal y especulativa, que comenzaron a desarrollarse en el siglo XV en Italia, desplazaron al escolasticismo como filosofía principal en Europa occidental y privaron a los líderes de la Iglesia del monopolio sobre la enseñanza que antes habían ostentado. Los miembros legos estudiaban literatura antigua y eruditos de la categoría del humanista italiano Lorenzo Valla evaluaron de forma crítica las traducciones de la Biblia y otros documentos que eran la base del dogma y de la tradición de la Iglesia. La invención de la imprenta con tipos de metal móviles incrementó en gran medida la circulación de los libros y extendió las ideas de renovación espiritual por toda Europa. Los humanistas que vivían fuera de Italia, como Erasmo de Rotterdam en los Países Bajos, John Colet y Tomás Moro en Inglaterra, Johann Reuchlin en Alemania y Jacques Lefèvre d’Étaples en Francia, aplicaron nuevas normas a la evaluación de las prácticas de la Iglesia y al desarrollo de un conocimiento más preciso de las Escrituras. Estos eruditos estudios sentaron las bases sobre las que Martín Lutero y Juan Calvino reivindicaron que la única autoridad religiosa posible era el juicio individual aplicado al estudio de la Biblia.
3 MOVIMIENTOS NACIONALES
La Reforma protestante fue emprendida en Alemania por Lutero en 1517, al publicar sus 95 Tesis, que desafiaban la teoría y la práctica de las indulgencias papales.
3.1 Alemania y la Reforma luterana

Martín Lutero
El teólogo y reformador religioso alemán Martín Lutero precipitó la Reforma protestante al publicar en 1517 sus 95 tesis denunciando las indulgencias y los excesos de la Iglesia católica. Para Lutero la esencia del cristianismo no se encuentra en la organización encabezada por el papa, sino en la comunicación directa de cada persona con Dios. Su protesta provocó una cascada de desengaños en la Iglesia católica y sentó las bases de otros movimientos protestantes, como el calvinista y el presbiteriano.
THE BETTMANN ARCHIVE
Las autoridades papales ordenaron a Lutero que se retractara y se sometiera a la autoridad de la Iglesia, pero él replicó con mayor radicalidad, haciendo un llamamiento a la reforma, atacando el sistema sacramental y recomendando que la religión se mantuviera en la fe individual basada en las normas contenidas en la Biblia. Amenazado de excomunión por el Papa, Lutero quemó ante sus seguidores, en la plaza pública, la bula o decreto papal de excomunión y con ella un volumen de la ley del canon. Este acto de desafío simbolizaba una ruptura definitiva con todo el sistema de la Iglesia católica. En un intento por frenar las revueltas, el emperador Carlos V y los príncipes alemanes y eclesiásticos se reunieron en 1521 en la Dieta de Worms e instaron a Lutero a retractarse. Éste se negó una vez más y fue declarado fuera de la ley. Durante casi un año permaneció escondido, escribiendo panfletos en los que exponía sus principios y traduciendo el Nuevo Testamento al alemán. Aunque sus obras habían sido prohibidas por edicto imperial, fueron distribuidas en público y se convirtieron en poderosos instrumentos para hacer de las grandes ciudades alemanas importantes centros del luteranismo.
El movimiento reformista se extendió vertiginosamente entre el pueblo, y cuando Lutero abandonó su retiro, fue recibido en su casa en Wittenberg como un líder revolucionario. Los territorios alemanes del Imperio se habían dividido, de forma inapelable, por motivos religiosos y económicos. Aquellos que estaban más interesados en preservar el orden tradicional, como el Emperador, algunos príncipes y el alto clero, apoyaron a la Iglesia católica. El luteranismo estaba apoyado, principalmente, por los príncipes del norte de Alemania, el bajo clero, los comerciantes y amplios sectores del campesinado, que aprovecharon la situación como una oportunidad para obtener una mayor independencia tanto de las esferas religiosas como de las económicas. Las Guerras Campesinas (1524-1526) fueron un reflejo de esta tentativa. Los campesinos intentaron mejorar su mísera situación económica y, así, sus reivindicaciones, que contenían algunos puntos defendidos por Lutero desde el punto de vista religioso, invocaban la emancipación del número de servicios reclamado por los terratenientes, tanto seglares como eclesiásticos. Lutero desaprobó la utilización de sus doctrinas para justificar una revuelta social y, aunque en un principio procuró buscar una salida pacífica al conflicto, pronto se volvió contra los campesinos y en su panfleto Contra las hordas de campesinos asesinos y ladrones (1525), les condenó por recurrir a la violencia. Esto le valió ganarse el apoyo de numerosos miembros de la nobleza.
Los campesinos fueron derrotados, pero la escisión producida entre los católicos y los luteranos se incrementó. En 1526 se alcanzó un mínimo compromiso, al conceder el Emperador que los estados reglamentasen, sólo en sus dominios, la cuestión religiosa. En la Dieta de Spira (1529), la mayoría católica logró revocar el anterior acuerdo, lo que hizo que los luteranos elevaran hasta el Emperador su más enérgica protesta. Desde entonces se les empezó a llamar protestantes, denominación que, posteriormente, se extendió a todos los grupos reformistas opuestos al dirigismo de Roma.
En 1530, el erudito y reformista religioso alemán Philip Melanchthon concibió un estatuto de la fe y los dogmas luteranos, conocido como Confesión de Augsburgo, que fue sometida al emperador Carlos V y a la facción católica. Aunque no consiguió reconciliar las diferencias entre los católicos y los luteranos, se estableció como fundamento y credo de la nueva Iglesia luterana. Las guerras contra Francia y los turcos impidieron durante un tiempo que Carlos V dirigiera sus ejércitos contra los luteranos. Pero en 1546 el Emperador quedó libre de compromisos internacionales y, tras aliarse con varios príncipes alemanes como el duque Mauricio de Sajonia, declaró la guerra a la Liga de Esmalcalda, constituida por los príncipes protestantes. Las fuerzas católicas tuvieron éxito al principio, derrotando a los protestantes en la batalla de Mühlberg. No obstante, tras pasarse Mauricio de Sajonia a las filas protestantes, obligó a Carlos V a firmar la paz. Este conflicto, motivado por cuestiones religiosas y que terminó por convertirse en una guerra civil entre los distintos príncipes del Imperio, terminó con la Paz de Augsburgo (1555). Sus términos declaraban que cada uno de los príncipes del Imperio podría elegir entre el catolicismo y el luteranismo como religión de su territorio, a la que deberían adscribirse todos sus súbditos. El luteranismo, profesado por casi la mitad de la población alemana, consiguió finalmente ser reconocido de modo oficial. De tal manera que el antiguo concepto de comunidad cristiana, unida en el terreno religioso en Europa occidental bajo la suprema autoridad del papa, fue desbancado.
3.2 Escandinavia
En los países escandinavos, la Reforma tuvo lugar de forma pacífica a la vez que el luteranismo se extendía hacia el norte desde Alemania. Las monarquías de Dinamarca y Suecia patrocinaron el movimiento reformista y rompieron por completo con el Papado. En 1536, una asamblea nacional celebrada en Copenhague abolió la autoridad de los obispos católicos en toda Dinamarca. En este mismo sentido, Cristián III, rey de Dinamarca y Noruega, instó a Johann Bugenhagen, reformador religioso alemán y amigo de Lutero, para que organizara una Iglesia nacional luterana en Dinamarca, siguiendo las premisas de la Confesión de Augsburgo. En Suecia, los hermanos Olaus y Laurentius Petri dirigieron el movimiento encaminado a adoptar el luteranismo como religión oficial del Estado, lo que ocurrió en 1529 con el apoyo del rey Gustavo I Vasa y la Asamblea nacional sueca.
3.3 Suiza
El temprano movimiento reformador suizo, contemporáneo del alemán, fue conducido por el teólogo Ulrico Zuinglio, quien en 1518 efectuó una vigorosa denuncia de la venta de indulgencias. Zuinglio expresó su oposición a los abusos de la autoridad eclesiástica mediante sermones y discursos públicos en la plaza del mercado y ante el Consejo de la ciudad de Zurich. Al igual que ya manifestó Lutero, Zuinglio consideraba la Biblia como única fuente de autoridad moral y se esforzó por eliminar todas aquellas fórmulas y costumbres católicas no fundamentadas en las Escrituras. Desde 1523 hasta 1525, bajo su liderazgo, en Zurich fueron quemadas reliquias, prohibidas las procesiones, así como la adoración a las imágenes y a los santos, liberados los sacerdotes y monjes de sus votos de celibato y reemplazada la misa por un rito eucarístico más sencillo. Estos cambios, mediante los que la ciudad se rebeló contra la Iglesia católica, fueron realizados por medio de medidas legales adoptadas en votaciones del Consejo de Zurich. Los principales defensores de estas innovaciones, los comerciantes, expresaron así su independencia de la Iglesia de Roma y del Sacro Imperio. Otras ciudades suizas, como Basilea y Berna, adoptaron reformas análogas, mientras que el conservador campesinado de otros cantones se mantuvo fiel al catolicismo. Al igual que en Alemania, la autoridad del gobierno central era demasiado débil para reforzar la conformidad religiosa y prevenir la guerra civil. Estallaron dos breves conflictos entre los cantones protestantes y los católicos en 1529 y en 1531. En el segundo de éstos, que tuvo lugar en Kappel, Zuinglio fue asesinado. Tras establecerse la paz, cada cantón fue autorizado a elegir su religión. El catolicismo prevaleció en las regiones montañosas del país y el protestantismo en las grandes ciudades y valles fértiles. Esencialmente, esta misma división persiste hoy en día.
En la generación que sucedió a la de Lutero y Zuinglio, la figura dominante de la Reforma fue Juan Calvino, teólogo protestante francés que huyó de la persecución religiosa en su país y, en 1536, se estableció en la nueva e independiente República de Ginebra. Calvino lideró la estricta instauración de las medidas de reforma instituidas tiempo atrás por el Consejo de la ciudad de Ginebra e insistió en promulgar otras nuevas, incluyendo el canto de los salmos congregacionales como parte del culto eclesiástico, la enseñanza del catecismo y la confesión de fe de los niños, el establecimiento de una severa disciplina moral en la comunidad por parte de pastores y miembros de la Iglesia y la excomunión de pecadores notables. La organización de la Iglesia de Calvino se inspiraba en modelos democráticos e incorporó ideas de gobierno representativo. Pastores, profesores, presbíteros y diáconos fueron elegidos para ocupar puestos oficiales por los miembros de la congregación.
Aunque la Iglesia y el Estado estaban oficialmente separados, lo cierto es que cooperaban de forma tan estrecha que Ginebra era de hecho una teocracia. Para reforzar la disciplina de la moral, Calvino instituyó una rígida inspección de conducta familiar y organizó un consistorio, compuesto de pastores y legos, con grandes poderes sobre la comunidad. El vestido y comportamiento personal de los ciudadanos estaban prescritos hasta el más mínimo detalle. Bailar, jugar a las cartas, a los dados y otras diversiones quedaron prohibidas, mientras que la blasfemia y la obscenidad fueron castigadas con severidad. Bajo este rígido régimen, los disidentes fueron perseguidos e incluso condenados a muerte. Tal fue el caso del humanista español Miguel Servet. Para animar a la lectura y comprensión de la Biblia, se proporcionó a todos los ciudadanos una educación elemental. En 1559, Calvino fundó una universidad en Ginebra que fue famosa por la formación de pastores y profesores. Más que ningún otro reformador, Calvino organizó las diversas interpretaciones del pensamiento protestante en un sistema claro y lógico. La difusión de sus obras, su influencia como pedagogo y su gran habilidad para estructurar la Iglesia y el Estado en los términos de la Reforma, despertaron la atención internacional e imprimieron a las Iglesias reformadas de Suiza, Francia y Escocia, el profundo sello del calvinismo, tanto en la teología como en lo referente a su organización.
3.4 Francia
La Reforma fue iniciada en Francia, a principios del siglo XVI, por un grupo de místicos y humanistas que se reunían en Meaux, cerca de París, bajo el liderazgo de Lefèvre d’Étaples. Como Lutero, Lefèvre d’Étaples estudió la Epístola a los romanos de san Pablo y fundamentó sobre esa lectura su creencia en la salvación por la sola fe individual; negó también el dogma de la transubstanciación. En 1523 tradujo el Nuevo Testamento al francés. En un principio, sus obras fueron bien recibidas por los representantes de la Iglesia y el Estado, pero conforme comenzaban a extenderse por Francia las doctrinas radicales de Lutero, la obra de Lefèvre d’Étaples fue considerada pareja de aquella y él y sus seguidores fueron declarados proscritos. Muchos protestantes influyentes huyeron de Francia y se asentaron en Suiza, hasta que consiguieron reforzarse en número y filosofía gracias al conocimiento de la reforma calvinista llevada a cabo en Ginebra. Más de 120 pastores educados en Ginebra por Calvino regresaron a Francia antes de 1567 para ganar prosélitos al protestantismo. En 1559, los delegados de 66 iglesias reformadas francesas se reunieron en un sínodo nacional que tuvo lugar en París, para redactar una confesión de fe y una regla disciplinaria basadas en las puestas en práctica en Ginebra.
De ese modo se organizó la primera Iglesia nacional protestante de Francia. Sus miembros fueron conocidos como hugonotes. A pesar de todos los esfuerzos para suprimirlos, los hugonotes se convirtieron en una comunidad gigantesca y la división del país entre facciones protestantes y católicas condujo a las denominadas guerras de Religión francesas (1559-1598). Uno de los capítulos más trágicos de esta lucha fue la masacre de la Noche de San Bartolomé, durante la cual fueron asesinados un gran número de protestantes. Durante el reinado de Enrique IV los hugonotes se impusieron durante un breve periodo, pero, dado que más de una novena parte de los franceses seguía siendo católica, el rey pensó en la necesidad urgente de convertirse al catolicismo y afianzarse en el trono. Sin embargo, siguió protegiendo a sus seguidores hugonotes y proclamó, en 1598, el Edicto de Nantes, que otorgó la libertad religiosa parcial a los hugonotes. El Edicto fue revocado en 1685 por Luis XIV y el protestantismo fue, de hecho, erradicado del país.
3.5 Países Bajos
El protestantismo fue bien acogido en los Países Bajos por la burguesía, clase social que se había desarrollado como tal durante la edad media. El emperador Carlos V, con mayor poderío militar en este territorio que en los territorios alemanes, intentó frenar la expansión de las doctrinas protestantes, quemando en las plazas públicas los libros de Lutero e instituyendo la Inquisición en 1522. Sin embargo, estas medidas no tuvieron éxito y, hacia mediados del siglo XVI, el protestantismo estaba muy asentado en las provincias septentrionales; las provincias meridionales (en el actual territorio belga) permanecieron, de forma predominante, fieles al catolicismo. La mayoría de los neerlandeses se unieron al calvinismo, que sirvió para afianzar su nacionalismo contra sus dirigentes católicos españoles. La guerra de los Países Bajos se inició en 1566 y no finalizó hasta 1648, cuando España, en la Paz de Westfalia, reconoció de forma oficial como Estado independiente a las Provincias Unidas, nombre con el que se habían constituido las provincias del norte en 1579.
3.6 Escocia

John Knox
John Knox introdujo en Escocia el estricto código de las doctrinas calvinistas. Sin embargo, en vez de buscar el apoyo de la burguesía como Calvino, predicó la idea de ‘los Elegidos’ a las masas campesinas del siglo XVI. El credo protestante, después llamado presbiteriano, se convirtió en un símbolo del nacionalismo escocés.
Hulton Deutsch
La Reforma surgió en Escocia entre algunos sectores de la población ya hostiles a la Iglesia católica. El clero católico ya había sido desacreditado en el siglo XV por los lolardos, seguidores de las doctrinas de John Wycliffe. Los mercaderes y la pequeña nobleza se mantuvieron muy activos para continuar con la reforma religiosa, que sirvió también como vehículo para conseguir la autodeterminación nacional y la independencia de Inglaterra y Francia. En consecuencia, el protestantismo se expandió con rapidez a pesar de las medidas represivas de la monarquía procatólica de Escocia. El primitivo movimiento religioso reformador, iniciado por líderes como el mártir Patrick Hamilton, se encontró de pronto bajo influencia luterana. La verdadera revolución, conseguida bajo el liderazgo de John Knox, discípulo de Calvino, implantó el calvinismo como religión nacional de Escocia. En 1560, Knox persuadió al Parlamento escocés para que adoptara una confesión de fe y un libro disciplinario siguiendo el modelo establecido en Ginebra. Con posterioridad, el Parlamento creó la Iglesia de Escocia, presbiteriana, y proporcionó fondos para su gobierno, que se sustituyó mediante sesiones de un kirk (iglesia) local y mediante una asamblea general que representaba a las iglesias locales de todo el país. María I Estuardo, reina católica de Escocia, intentó desbancar a la nueva iglesia protestante, pero después de una lucha de siete años, ella misma se vio obligada a abandonar el país. El calvinismo triunfó en Escocia, excepto en unos pocos distritos del norte, donde se impuso con fuerza el catolicismo, en particular entre las familias nobles.
3.7 Inglaterra
La revuelta inglesa contra Roma se diferenció de las insurrecciones de Alemania, Suiza y Francia en dos aspectos. En primer lugar, Inglaterra era un Estado en el sentido moderno de la palabra, con un gobierno central fuerte; así pues, en vez de dividir el país en facciones regionales o partidos y desembocar en una guerra civil, la revuelta fue nacional, es decir que el rey y el Parlamento se unieron para transferir a aquél la jurisdicción eclesiástica que el papa había ejercido con anterioridad. En segundo lugar, mientras que en los países continentales la campaña para la reforma religiosa entre el pueblo precedió y causó la ruptura política con el Papado, en Inglaterra la escisión política se produjo primero como resultado de la decisión personal de Enrique VIII al divorciarse de su primera mujer, y el cambio en la doctrina religiosa tuvo lugar posteriormente durante los reinados de Eduardo VI e Isabel I. Enrique VIII deseaba divorciarse de su mujer, Catalina de Aragón, porque no le había dado un heredero varón y temía que esto supusiera el final de su dinastía. Su matrimonio con Catalina, que se hubiera considerado ilegal bajo la ley eclesiástica, puesto que ella era la viuda del hermano del rey, había sido permitido únicamente por dispensa papal. Enrique VIII adujo que la dispensa papal contravenía la ley eclesiástica y que el matrimonio era por lo tanto nulo. El Papa defendió la validez de la dispensa y se negó a anular el matrimonio, tras lo cual Enrique pidió el consejo de reformadores, de nobles y de las facultades de las grandes universidades europeas.
Ocho facultades universitarias apoyaron su petición. Zuinglio y el teólogo Oecolampadio también consideraron su matrimonio nulo, pero Lutero y Melanchthon lo consideraron legal. El rey aceleró el curso de los acontecimientos al casarse con Ana Bolena en 1533 y dos meses más tarde obtuvo del arzobispo de Canterbury su divorcio de Catalina. Enrique VIII fue excomulgado por el Papa, pero tomó represalias obteniendo en 1534 el permiso del Parlamento para aprobar un acta que nombraba al monarca y a sus sucesores jefes supremos de la Iglesia de Inglaterra, estableciendo así una Iglesia nacional anglicana independiente. Posteriores legislaciones suprimieron los ingresos papales y terminaron con su autoridad política y religiosa en Inglaterra. Entre 1536 y 1539 los monasterios fueron suprimidos y sus propiedades requisadas por el Estado. Enrique VIII no tenía interés en ir más allá de estos cambios, que eran motivados sobre todo por consideraciones políticas más que doctrinales. De hecho, para prevenir la expansión del luteranismo, obligó al Parlamento a aceptar en 1539 la promulgación de un conjunto de edictos conocidos como los Seis Artículos, que convirtió en herético el hecho de negar los principales dogmas teológicos del catolicismo medieval. La obediencia al Papado siguió considerándose, sin embargo, delito. En consecuencia, muchos luteranos fueron quemados por herejía y los católicos que se negaron a reconocer la supremacía eclesiástica del rey también fueron ejecutados.
Bajo Eduardo VI, las doctrinas y prácticas protestantes aborrecidas por Enrique VIII fueron introducidas en la Iglesia anglicana. Los Seis Artículos fueron revocados en 1547 y los reformadores continentales, como el alemán Martin Bucero, fueron invitados a predicar en Inglaterra. En 1549, fue publicado el Libro de la Oración Común en lengua vernácula y considerado texto de uso obligatorio para dar unidad al servicio de la Iglesia anglicana. En 1552 se publicó un segundo Libro de Oración y se adoptó un nuevo credo de 42 artículos. Sin embargo, María I intentó restaurar el catolicismo como religión estatal y durante su reinado murieron en la hoguera muchos protestantes. Otros se trasladaron a países continentales, donde sus opiniones religiosas, a menudo, se radicalizaban a través del contacto con el calvinismo. Se llegó a un acuerdo final bajo Isabel I en 1563. El protestantismo fue restaurado, y se persiguió a los católicos. Los 42 artículos del credo anglicano, adoptados bajo Eduardo VI, quedaron reducidos a los actuales Treinta y nueve artículos. Este credo es protestante y más próximo al luteranismo que al calvinismo, pero la organización episcopal y ritual de la Iglesia anglicana es la misma, en esencia, que la de la Iglesia católica. Un gran número de personas en la época de Isabel I no consideraba a la Iglesia anglicana lo bastante reformada y opuesta a Roma. Fueron conocidos como disidentes o inconformistas y al final formaron o se convirtieron en miembros de numerosos grupos calvinistas como los presbiterianos, puritanos, separatistas y cuáqueros.
3.8 Grupos y sectas menores
Además de las iglesias luterana, anglicana y el conjunto formado por las denominadas iglesias reformadas, creadas durante la Reforma, surgió un gran número de pequeñas sectas como consecuencia natural del rechazo protestante a la autoridad tradicional y la exaltación del criterio personal en materias religiosas y de conciencia. Una de las más destacadas, la de los anabaptistas, encontró muchos partidarios en toda Europa, en particular en Alemania, donde jugaron un papel importante en las Guerras Campesinas. Fueron perseguidos por los católicos al igual que por los luteranos, los zuinglianos y otros grupos protestantes, y muchos de ellos fueron condenados a muerte. Otro destacado movimiento, el unitarismo, consiguió un considerable número de seguidores en Suiza, Alemania, Países Bajos y Polonia.
4 RESULTADOS DE LA REFORMA
A pesar de la diversidad de las fuerzas reformadoras del siglo XVI, la Reforma tuvo resultados muy importantes allí donde triunfó. En general, el poder y las riquezas perdidas por algunos nobles y por la jerarquía católica pasaron a la clase media y a los monarcas. Varias regiones de Europa ganaron independencia política, religiosa y cultural. Incluso en países como Francia y lo que hoy es Bélgica, donde el catolicismo se mantuvo, se desarrolló un nuevo individualismo y nacionalismo en materia cultural y política. El énfasis protestante con respecto al juicio personal en el ámbito religioso aumentó el desarrollo de los gobiernos democráticos basados en la elección colectiva realizada por votantes individuales. La destrucción del sistema medieval favoreció a la banca y al comercio al eliminar las tradicionales restricciones religiosas y abrió el camino para el crecimiento del capitalismo moderno. Durante la Reforma, las lenguas nacionales y la literatura avanzaron en gran medida debido a la extensa difusión de la literatura religiosa escrita en las lenguas vernáculas en lugar del latín. La educación popular también fue estimulada gracias a las nuevas escuelas fundadas por Colet en Inglaterra, Calvino en Ginebra y los príncipes protestantes en Alemania. La religión ya no era tanto una parcela privilegiada del alto clero, sino una expresión directa de las creencias de la población. Sin embargo, la intolerancia religiosa no disminuyó y los enfrentamientos religiosos continuaron siendo frecuentes durante cerca de un siglo.
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