sábado, 26 de marzo de 2011

La Globalización
El estado de cosas todavía no se ha alcanzado, pero que en parte ya existe y
hacia allí se va inexorablemente. Otros autores, distantes ideológicamente del
neoliberalismo, incurren no obstante en el error de la predeterminación al
definir por anticipado la economía globalizada como aquella en que el sistema
económico internacional adquiere completa autonomía y se desvincula
socialmente a medida que los mercados y la producción se vuelven integrados
y globales; en otras palabras, se anticipa que la economía globalizada es
un sistema global en el cual «las diferentes economías nacionales son subsumidas
y rearticuladas dentro del sistema por efecto de las transacciones y
procesos internacionales» (Hirst/Thompson, p. 10). Definida de esta manera
la economía globalizada, o a la manera de la Unctad, según la cual en la
economía global «los bienes, los factores de producción y los activos financieros
serían sustitutos casi perfectos en cualquier parte y ya no sería posible
considerar a las naciones-Estado como entidades económicas diferentes con
poder de decisión autónomo en la consecución de objetivos nacionales», la
economía global viene a ser un «tipo ideal» (aunque no a la manera weberiana),
que al contrastarlo con la economía realmente existente su diferencia es
obvia, por lo que se concluye que la globalización actual no existe, que lo
existente es tan solo un sistema de economías predominantemente nacionales
con elevados niveles de internacionalización. Discrepamos de las prefiguraciones
de la globalización. Ningún proceso histórico puede concebirse de
manera teleológica pues es esencialmente contingente, sujeto no solo a la
acción de fuerzas inanimadas sino ante todo a la acción de la comunidad
humana, que en última instancia es la que da origen a la globalización. Pero
además no creemos en la ineluctabilidad del desenlace, ya no solo por las
razones apuntadas sino porque consideramos que la forma actual de la globalización,
su desbridada carrera, su desembarazo de toda regulación y su
segregación de pueblos enteros condenados a la desesperanza, no puede ser
contenido por la sociedad misma. El hombre es el creador de la globalización
y nada autoriza a pensar que los medios que ha puesto en movimiento se
autonomizarán de la sociedad y actuarán ciegamente por su cuenta. La leyenda
de Frankenstein está reservada a la cinematografía.
Los criterios para discernir la globalización
Los fundamentalistas de la globalización están ideológicamente vinculados
con el mundo de los negocios; sus ideas y profecías tienen una audiencia
garantizada precisamente porque prefiguran el entorno donde la gran empresa
transnacional desea operar en el futuro. Para ablandar a la opinión
pública y reducir las oposiciones se presenta la globalización como
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Globalización. Ordenar el debate y asignarle un imperativo ético A
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Alfredo Guerra-Borges: investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; profesor de
Procesos de Integración en América Latina en la División de Posgrado de la Facultad de Ciencia
Política y Ciencias Sociales de la UNAM.
Palabras clave: capitalismo, epistemología de la globalización, pensamiento, América Latina.
Globalización
Alfredo Guerra-Borges
El presente artículo describe el actual debate
epistemológico sobre la globalización como atravesado
por intereses sociales e ideológicos. Hay distintos
paradigmas alrededor de los cuales se materializa la
disputa. Se señala el eje con que se enfoca la cuestión y
la categoría analítica en que se la encuadra. A modo de
conclusión, una breve reflexión sobre lo que debe ser el
buen uso de los paradigmas para beneficiarse de sus
ventajas y reducir sus desventajas.
Pese a que la literatura sobre globalización, principalmente la económica,
aumenta día tras día, no se cuenta todavía con una teoría general de
este fenómeno. Se dispone de numerosas definiciones de globalización que
van desde su reducción a una sola de las formas en que se manifiesta hasta
las más «descriptivas» que comprenden sus expresiones más importantes,
aproximándose de esta manera a la esencia del proceso. Pero es precisamente
en relación con esto último, con la cuestión epistemológica de qué es la
globalización, en donde la confrontación es hasta ahora irreductible. De allí
deriva la dispersión de criterios sobre los que es su causalidad (¿el cambio
tecnológico como factor monocausal o la combinación de varios factores interactuando
entre sí?); su trayectoria (¿un proceso histórico lineal hacia la economía
mundial plenamente integrada o un proceso esencialmente contingente
de desenlace impronosticable?); su periodización (¿fenómeno actual o de
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Alfredo Guerra-Borges A
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siglos atrás, y en este caso desde cuándo); por último, el impacto de la globalización
sobre el orden social y político, incluida la cuestión de la supervivencia
o el fin del Estado.
El punto de partida
Mediante los paradigmas condensamos en un conjunto de categorías e ideas
básicas nuestra visión del mundo material y espiritual, que podemos emplear
explícitamente para delimitar nuestro espacio de reflexión, como tenerlas a
modo de trasfondo del discurso analítico a medida que nos adentramos en el
conocimiento del objeto de estudio, deslindando lo que tiene relevancia de lo
que no la tiene. El paradigma nos permite además disponer de un lenguaje
compartido, que utilizamos como herramienta analítica o de comunicación.
Junto a lo anterior, las desventajas de los paradigmas es que tienden a ignorar
la investigación realizada desde otras posiciones paradigmáticas o a considerarla
errónea y menospreciarla, lo cual si se lleva al extremo imposibilita la
comunicación y clausura la posibilidad de retroalimentarse mediante un
intercambio de resultados. (Sobre estas cuestiones y, en general, sobre la «globalización
ideológica», cf. Martínez González-Tablas.) En vista de lo anterior,
que es una argumentación atendible, nos parece la mejor opción el concepto
kuhniano de paradigma científico. Según Thomas S. Khun, la evolución de la
investigación científica sienta las bases teóricas y filosóficas del paradigma,
las cuales por todo un tiempo son compartidas como matriz disciplinar
común. En el proceso de las investigaciones con dicha matriz pueden evidenciarse
anomalías de diverso tipo, por lo que las teorías que condensa el
paradigma sufren modificaciones mediante la adopción de hipótesis ad hoc, o
bien en su relación con otras teorías. Cuando esas anomalías son muy importantes,
cuantitativa o cualitativamente, se abre un proceso de sustitución del
paradigma para dar paso a uno nuevo, que tenga mayor capacidad explicativa,
es decir, mayor capacidad para resolver los problemas concretos que
constituyen el campo de estudio. Para algunos autores el paradigma antiguo
no es sustituido por otro hasta que ya se cuenta con uno alternativo o al
menos ya está elaborado en sus principales elementos.
Cualquiera que sea el caso, el concepto general de paradigma kuhniano es lo
que para nuestro propósito interesa, con el agregado de que en nuestro parecer
la aludida sustitución de los paradigmas puede no implicar el reemplazo
total de uno por otro distinto, como ocurrió con el paradigma cosmológico
del geocentrismo por el copernicano heliocéntrico, sino que en un número
mayor de casos el paradigma sustituido no es otro que el anterior modificado
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Globalización. Ordenar el debate y asignarle un imperativo ético A
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sustancialmente por los nuevos aportes de la ciencia y de la praxis. En ciencias
sociales esto probablemente es más común que en otras ciencias.
Aceptado lo anterior, y adscritos los investigadores a una doctrina, cuerpo
coherente de ideas o concepción del mundo, en suma, un paradigma, creemos
que en la investigación académica, y con mayor razón en la práctica
social, en vez de recluirnos con exclusividad en un paradigma debemos
abrirnos a la comprensión de los demás, percibiendo en su distinta percepción
de la realidad lo nuevo, lo paralelo, lo convergente, lo incorporable a
nuestra propia percepción, cuya coherencia interna debe ser cuidadosamente
preservada para no caer en el extremo del eclecticismo, que es una forma
invertebrada de pensamiento.
Con tales premisas podemos decir ahora que el paradigma con que pensamos
la globalización articula elementos como los siguientes: la globalización
contemporánea existe y, por tanto, no es algo que solo en el pasado tuvo su
esplendor; no implica necesariamente universalidad; es un fenómeno multidimensional
y no un proceso exclusivamente económico; es un proceso
propio del capitalismo y no anterior a éste; los Estados no son víctimas pasivas
de la globalización sino agentes primordiales de ésta; la globalización no
es un proceso inmutable sino susceptible a la acción correctora de la sociedad.
Conviene aclarar que si bien los Estados desempeñan un papel crucial
en la creación de las condiciones para la globalización, ellos mismos sufren
mutaciones en su institucionalidad y sus funciones. Por otra parte, al autolimitarse
mediante la creación de instituciones a las que dotan de la competencia
para emitir normas internacionales, restringen su autonomía nacional
para tomar decisiones en materias antes reservadas a la soberanía. El paradigma
que hemos esbozado somera e imperfectamente implica la elección de
una categoría analítica, que en nuestro caso es el sistema. Concebir la globalización
en forma sistémica es tomarla como totalidad que integra otros
sistemas (ambiente, economía, política, cultura) que interactúan entre sí con
intensidad variable en el tiempo y en el espacio. Esto introduce la noción de
indeterminación de los resultados, que si bien admite el reconocimiento de
tendencias de curso claramente predecible, excluye la predecibilidad teleológica
de la globalización como algo cuyos rasgos definitorios es posible anticipar
desde ahora.
Los fundamentalistas de la globalización la profetizan como un fin de la
historia, como la consumación de una nueva época en que se entroniza el
mercado absoluto. En el mejor de los casos hacen la concesión de que este
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estado de cosas todavía no se ha alcanzado, pero que en parte ya existe y
hacia allí se va inexorablemente. Otros autores, distantes ideológicamente del
neoliberalismo, incurren no obstante en el error de la predeterminación al
definir por anticipado la economía globalizada como aquella en que el sistema
económico internacional adquiere completa autonomía y se desvincula
socialmente a medida que los mercados y la producción se vuelven integrados
y globales; en otras palabras, se anticipa que la economía globalizada es
un sistema global en el cual «las diferentes economías nacionales son subsumidas
y rearticuladas dentro del sistema por efecto de las transacciones y
procesos internacionales» (Hirst/Thompson, p. 10). Definida de esta manera
la economía globalizada, o a la manera de la Unctad, según la cual en la
economía global «los bienes, los factores de producción y los activos financieros
serían sustitutos casi perfectos en cualquier parte y ya no sería posible
considerar a las naciones-Estado como entidades económicas diferentes con
poder de decisión autónomo en la consecución de objetivos nacionales», la
economía global viene a ser un «tipo ideal» (aunque no a la manera weberiana),
que al contrastarlo con la economía realmente existente su diferencia es
obvia, por lo que se concluye que la globalización actual no existe, que lo
existente es tan solo un sistema de economías predominantemente nacionales
con elevados niveles de internacionalización. Discrepamos de las prefiguraciones
de la globalización. Ningún proceso histórico puede concebirse de
manera teleológica pues es esencialmente contingente, sujeto no solo a la
acción de fuerzas inanimadas sino ante todo a la acción de la comunidad
humana, que en última instancia es la que da origen a la globalización. Pero
además no creemos en la ineluctabilidad del desenlace, ya no solo por las
razones apuntadas sino porque consideramos que la forma actual de la globalización,
su desbridada carrera, su desembarazo de toda regulación y su
segregación de pueblos enteros condenados a la desesperanza, no puede ser
contenido por la sociedad misma. El hombre es el creador de la globalización
y nada autoriza a pensar que los medios que ha puesto en movimiento se
autonomizarán de la sociedad y actuarán ciegamente por su cuenta. La leyenda
de Frankenstein está reservada a la cinematografía.
Los criterios para discernir la globalización
Los fundamentalistas de la globalización están ideológicamente vinculados
con el mundo de los negocios; sus ideas y profecías tienen una audiencia
garantizada precisamente porque prefiguran el entorno donde la gran empresa
transnacional desea operar en el futuro. Para ablandar a la opinión
pública y reducir las oposiciones se presenta la globalización como un pro43
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Globalización. Ordenar el debate y asignarle un imperativo ético A
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ceso totalizador ante el cual resulta inútil toda resistencia. Así concebida, la
globalización es uno de los conceptos centrales del discurso neoliberal, del
pensamiento único, como con justeza se le ha denominado, por ser una forma
de pensamiento excluyente y uniformizante, una especie de religión económica
que anticipa la bienaventuranza para los países que sean fieles a sus
postulados. Sus hipótesis no comprobadas ni comprobables se imponen, sin
embargo, como axiomas gracias a que los principales órganos de información
económica las reproducen incesantemente con la certeza de que «en nuestras
sociedades mediáticas, repetición equivale a demostración»1. Probablemente
ello explique que una parte muy importante de la producción literaria sobre
globalización ajena a las alucinaciones, esté consagrada a la refutación de los
argumentos de los hiperglobalistas. Es, sin duda, una labor sumamente
necesaria; de lo contrario el debate sería desplazado por la conformidad. Sin
embargo, se cuenta ya con una argumentación científica suficiente y podría
pasarse a una nueva etapa del debate, a la que posteriormente haremos muy
breve referencia. Sin pretender abrir los ojos a quienes no quieren ver pues su
oficio es otro que la verdad (ya lo dijimos antes, son los intereses de las
grandes transnacionales a los que sirve su discurso), consideramos que en el
campo del estudio objetivo de la globalización pueden reducirse las discrepancias
si hay acuerdo sobre un mínimo de criterios de estimación que faciliten
discriminar lo que es o no globalización. Por supuesto, tales criterios o
pautas metodológicas tienen un valor analítico relativo, no pretendemos
presentarlos como la huella digital de la globalización.
Un primer criterio es considerar que la globalización es un proceso de creación
de redes de interdependencia entre regiones que cumplen con los siguientes
requisitos de las interconexiones. En primer lugar, el requisito de que
los acontecimientos y las decisiones en una de las partes tengan significación
o consecuencias en la otra. Esto es lo que se quiere decir al hablar de redes de
interdependencia. Con el concepto de interdependencia hacemos referencia a
situaciones caracterizadas por la existencia de efectos recíprocos entre países
de modo que los sucesos en una parte tienen repercusión en otra. En estricto
sentido puede hablarse de interdependencia cuando la dependencia es recíproca,
como la existente entre Estados Unidos y la Unión Europea. Pero
entendido el término en su sentido lato, que es lo habitual, el concepto incluye
la existencia de una interacción que no necesariamente tiene que ser
simétrica. Hay interdependencia entre EEUU y América Latina, ciertamente
muy asimétrica pero de ninguna manera menospreciable. En segundo lugar,
1. I. Ramonet cit. por Martínez González-Tablas.
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para llegar a constituir un proceso de globalización la interdependencia debe
ser creciente y, en consecuencia, las relaciones sistémicas entre las diferentes
redes deben ser cada vez más importantes. Al llegar a cierto punto la interdependencia
económica afecta también los aspectos sociales, culturales y
ambientales, y éstos, a su vez, tienen su correspondiente incidencia sobre las
relaciones económicas.
El ritmo de crecimiento de las redes de interdependencia tiene que ver, en
primer lugar, con el desarrollo de las tecnologías disponibles, y en segundo
lugar con acontecimientos políticos o económicos que pueden obstaculizarlo.
En cuanto a lo primero (las tecnologías) el ritmo de profundización de las
redes de interconexión e interdependencia es muy sensible a las tecnologías
disponibles. Salta a la vista que los cambios profundos registrados por las
tecnologías de comunicación han impreso un ritmo acelerado al desarrollo de
interconexiones de todo orden: se ha acortado el tiempo del transporte y se
ha reducido su costo; las transacciones financieras a veces pueden ser casi
instantáneas, ahora las grandes empresas pueden diseñar estrategias mundiales
desde un solo centro o desde un reducido número de centros regionales,
etc.
Por el contrario, el limitado desarrollo de las tecnologías puede hacer que
el ritmo de crecimiento de las redes de interconexión sea muy lento. Si la
lentitud del proceso de gestación de las interconexiones es considerable,
resulta legítimo preguntarse si se está realmente ante un proceso de globalización
o en una situación precursora de ésta, toda vez que ningún proceso
histórico cobra cabal existencia sino hasta después de un periodo en que
completa su configuración. Para el caso puede considerarse la datación del
origen de la globalización. De igual manera que los historiadores han elegido
el descubrimiento de América por los europeos como una fecha conveniente
para separar la Edad Media y la Edad Moderna, así algunos teóricos de la
globalización opinan que la primera onda tuvo lugar a partir de los descubrimientos
geográficos de los siglos XV y XVI. Vilas anota que la globalización es
un proceso de desarrollo multisecular cuyo origen se encuentra en los siglos
XV y XVI, es decir, en la época de los grandes descubrimientos geográficos
(Vilas). A diferencia del concepto sintético de «la globalización tiene 500
años», datación contundente que como un hoyo negro estelar absorbe toda
posible diferenciación de emprendimientos y concreciones de la globalización
en los cinco siglos transcurridos desde Colón y Magallanes, el planteamiento
de Vilas tiene la virtud de entender la cuestión del origen de la globalización
como el punto a partir del cual sus atributos fueron emergiendo y
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configurándose, que no es lo mismo que datar la globalización como hecho
consumado 500 años atrás. Por supuesto, se puede entender también de esta
manera, pero al menos existe la interpretación alternativa, por la cual nos
inclinamos.
Pensemos por un momento que durante la mayor parte del siglo XVI, no obstante
los descubrimientos y la colonización española y portuguesa, el comercio
del Mediterráneo tuvo más importancia que el realizado con el Atlántico
y con Asia (Universidad de Cambridge). Por otra parte, el ritmo de crecimiento
de las conexiones establecidas con el Nuevo Mundo por España y
Portugal era sumamente lento y con base en un comercio de muy pobre composición
y volumen (cargamentos de unas 50 toneladas), como correspondía
en ambos casos al estado de la tecnología disponible hasta quizás el siglo XVIII
(Ferrer). La lentitud puede ilustrarse con el hecho de que los convoyes organizados
para proteger de los piratas el comercio entre la metrópoli y las colonias
americanas partían de España en mayo de cada año. Los galeones que
también participaban en el intercambio lo hacían en agosto. Y el regreso a la
metrópoli se emprendía hasta marzo y abril del año siguiente. Hechos como
estos nos inducen a ver la época de los grandes descubrimientos geográficos
como precursora de la globalización que tuvo lugar en un periodo posterior.
La cuestión primordial de la periodización de la globalización es el reconocimiento
de la identidad de las distintas épocas comprendidas en los cinco
siglos transcurridos después de Colón y Magallanes. En cada una ha habido
un grado particular de desarrollo económico con su singular manera de
organizarse el capitalismo, un tipo particular de instituciones y de cultura
correspondientes a ese desarrollo, un orden internacional peculiar del periodo.
La internacionalización del capital, que para algunos autores es equivalente
a globalización, se inició hace siglos, pero la globalización no es simplemente
capitalismo en acción sino capitalismo como proceso civilizatorio
afecto a la mudanza de la historia. El ritmo, la dinámica mayor o menor de
las redes de interconexión e interdependencia puede ser favorecido u obstaculizado
también por razones no tecnológicas, como son las de orden político.
La enemistad entre los Estados, y más aún las guerras, pueden detener y
hasta revertir las interconexiones ya establecidas, lo que en definitiva se
traduce en situaciones de paralización o reversión de la globalización. Un
freno igualmente poderoso de la dinámica de las redes de interconexión son
las crisis económicas. Lo saben muy bien las empresas transnacionales y sus
líderes políticos, por lo que al desencadenarse la crisis asiática en 1997 el
Grupo de los Siete movilizó, en pocos meses 100.000 millones de dólares en
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préstamos (PNUD 1997, p. 100), cuando en circunstancias ordinarias pasan
años para que decidan el desembolso de sumas comparativamente insignificantes
para fines de desarrollo o de alivio de la deuda externa.
La aceleración de los intercambios y el consiguiente fortalecimiento del tejido
de las interconexiones mundiales tiene como resultado que la interdependencia
adquiera mayor consistencia. Esta es una de las características que definen
con mayor certeza la existencia de un proceso de globalización. Como
resultado de la solidez que adquieran las interconexiones puede ocurrir que
acontecimientos de moderada importancia en un país o en una región tengan
efecto catalítico de sucesos de importancia mucho mayor en otras partes del
mundo. A este respecto el mejor ejemplo es la crisis financiera en un pequeño
país subdesarrollado como Tailandia que, sin embargo, desencadenó en 1997
el huracán de la crisis asiática que hizo estremecer a la economía mundial.
«Así (en la globalización) no puede excluirse del todo que la teoría del caos de
los meteorólogos tenga también algo que decir en el caso de la economía: las
pequeñas perturbaciones del sistema, al principio apenas observables, pueden
provocar con el tiempo cambios dramáticos» (Küng, p. 227).
Respecto de la dinámica de la interconexión y la interdependencia excluimos
la hipótesis de una interdependencia estacionaria, pues mediando la premisa
de que la globalización es un sistema que integra otros sistemas en recíproca
interacción, ello excluye la posibilidad de que sea un sistema en estado de
equilibrio. Pero si bien el estado estacionario de la globalización está excluido,
no lo está la desglobalización, es decir, un proceso en que antes que
crecer, decrece la interdependencia, se debilitan o se extinguen algunas, pocas
o muchas, interconexiones, como ocurrió con las que había establecido la
globalización en 1870-1914. Como resultado de la Primera Guerra Mundial
en 1914-1918, pero sobre todo como consecuencia de la Gran Depresión en los
años 30 y de la Segunda Guerra Mundial en la década siguiente, el escenario
levantado en el último tercio del siglo XIX se desmanteló o sufrió daños muy
severos, cuya reconstrucción con nuevos diseños y materiales tomó aproximadamente
medio siglo, o quizás más tiempo. Tomando como base el producto
interno bruto mundial, téngase en cuenta que la inversión extranjera
directa, pieza fundamental del ajedrez de la globalización, en 1913 constituía
9% y no fue sino hasta 1991 que representó 8,5%; las exportaciones de 17
países industriales para los que se dispone de datos eran, en cifras redondas,
13% en 1913 y 14,5%; en tercer lugar, las transferencias de capital todavía en
1997 no habían alcanzado el nivel que tuvieron en el decenio 1890 (PNUD
1997, p. 93). Otro criterio a considerar es que la globalización implica que las
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redes de interconexión sean multicontinentales. No son globalizantes, por
ejemplo, las existentes en el Mercado Común Centroamericano, no obstante
que desde fines de los años 60, por efecto de la integración económica regional,
los países centroamericanos son económicamente interdependientes. De
igual manera, la interdependencia entre EEUU y América Latina no es globalización.
Pero si se llegara a la creación del Area de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) cabe hacerse la pregunta: ¿la integración económica de
todo un hemisferio es solamente regionalización? Nuestra respuesta es afirmativa.
La UE y el llamado «bloque asiático» son usualmente vistos como
casos de regionalización. ¿Si no fueran conjuntos de regionalización tendría
sentido que de tiempo en tiempo EEUU y la UE examinen la posibilidad de
concluir un acuerdo de libre comercio?
La particularidad del ALCA es que el comercio de América Latina con EEUU
tiene mucha menos importancia que el de este país con Europa y Asia. No se
puede decir lo mismo de lo que para Alemania representa Europa y el sur y
sudeste asiáticos para Japón. En el hemisferio occidental son Canadá y México
los que concentran la mayor parte del interés político y económico de
EEUU, y ambos países ya están vinculados a éste por un acuerdo de libre
comercio. Tan solo el comercio con México es mucho mayor que el de EEUU
con el resto de América Latina. Por consiguiente, en sí mismo el ALCA no es
primordial para EEUU como regionalización sino como un espacio de preferencias
frente a sus rivales mundiales Europa y Asia. O sea, si se llegara a
concretar el ALCA, para EEUU significaría menos como regionalización que
como espacio subordinado a su vocación de globalización, lo que imprimiría
al ALCA un rasgo singular.
El aporte de Held
El análisis de la globalización ganaría mucho en precisión y profundidad
utilizando el concepto de formas históricas de la globalización propuesto por
Held, las cuales serían la suma de los atributos espacio-temporales y organizativos
de la interconexión global en periodos históricos discretos. Held
argumenta consistentemente que para distinguir los hechos nuevos de la
globalización en cualquier época, se requiere contar con un sistema analítico
que haga posible organizar la investigación histórica comparativa y de esta
manera identificar los rasgos más característicos, las continuidades y las
diferencias de unas épocas a otras. En otras palabras, sus atributos espaciotemporales
y organizativos. Contar con algunos criterios de diferenciación de
los procesos de globalización ha sido la idea que presidió las propuestas que
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presentamos anteriormente, pero Held lo hace en forma metodológicamente
muy precisa y para el efecto propone emplear cuatro categorías analíticas,
que denomina dimensiones espacio-temporales, cuya aplicación a la indagación
de cada época haría posible la evaluación cualitativa y cuantitativa de las
formas históricas de la globalización. Las cuatro dimensiones son las siguientes:
la extensión alcanzada por los sistemas globales; la intensidad de las
interconexiones globales; la velocidad de las corrientes globales; y el impacto
de las interconexiones globales. El concepto de extensión lo entendemos en el
sentido de que comprende no solo la amplitud geográfica alcanzada por un
sistema global sino también la aptitud que éste tenga para ampliar los espacios
comprendidos, su «extensividad» como la denomina Held, para quien,
además, la globalización implica que las conexiones de los países y regiones
tengan naturaleza regular, es decir, que no sean ocasionales o aleatorias,
condición muy juiciosa a la que en la actualidad tendríamos que agregar la
creación del sistema de normas internacionales en obsequio del cual los
Estados ceden partes de su soberanía.
La segunda dimensión hace referencia al grado de madurez de la interdependencia
establecida entre las partes concernidas, y en ambos casos hay que
entender que entre ellas existe una correlación positiva con el avance alcanzado
en cuanto a las tecnologías de transporte, comunicación y otros medios,
pues a medida que éstas facilitan el movimiento de las mercancías, las personas,
los capitales y las ideas, se abre la posibilidad de estrechar los vínculos
que entrelazan a las naciones y de incorporar nuevos espacios al sistema
global. Si en un determinado periodo las cuatro dimensiones espacio-temporales
estuvieran presentes, ello indicaría que nos encontramos frente a la
forma histórica de la globalización que es propia de ese periodo en particular.
Sin embargo, con esto no se habría completado la caracterización de tal forma
histórica, aunque en lo fundamental ya se contaría con los elementos principales
para singularizarla. La presencia conjugada de las cuatro dimensiones
nos revela la estructura económica de un determinado patrón histórico de la
globalización. En consecuencia, el siguiente paso es conocer las dimensiones
políticas, sociales y culturales que imprimen a dicho patrón su identidad
peculiar e inconfundible.
Globalización como proceso espacio-temporal
Lo que llevamos apuntado implica la condición de tener siempre presente
que al analizar la globalización hacemos referencia a procesos espacio-temporales
de cambio en la organización y la actividad de las colectividades humanas
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como resultado de su creciente vinculación e interdependencia. Al no tener
en cuenta la naturaleza espacio-temporal de esos procesos, diversos autores
sacan conclusiones erróneas al dejarse llevar por las apariencias. Así, por
ejemplo, la revolución de las comunicaciones ha llevado a algunos autores a
decretar «la muerte de la distancia»; se dice ahora que la geografía ya no
existe. Todo esto no pasan de ser alucinaciones globalistas. Por supuesto, la
distancia puede ser irrelevante en el caso de un lote de acciones que adquiere
en Londres un corredor de bolsa de Hong Kong para su cliente en Ciudad del
Cabo. La operación financiera se realiza de manera instantánea con independencia
de la distancia. Pero aun en este caso extremo no puede ignorarse que
la operación se realizó entre tres ciudades que están situadas en diferente huso
horario y, por lo tanto, a distinta hora del día debido a la distancia, lo que
no es indiferente para el destinatario final de la operación en Ciudad del Cabo.
En lo tocante a la globalización económica, la instantaneidad de las operaciones
financieras no es aplicable a las asociadas al comercio de mercancías y servicios,
pues en ambos casos el intercambio implica tiempos y costes directamente
vinculados con la distancia geográfica. Asimismo, en ese tipo de
globalización cuenta mucho la geografía, como lo ilustra la preferencia de las
transnacionales por organizar regionalmente sus operaciones en vez de hacerlo
desde un centro mundial, a fin de reducir costos pero también de estar
más cerca de los hábitos, la cultura y las tradiciones de los consumidores. En
la globalización ambiental la naturaleza emerge como realidad global, según
apunta Martínez González-Tablas, lo que debe entenderse en el sentido de
que hechos que ocurren en diferentes partes del mundo, como las emanaciones
de gases tóxicos en los países industriales, afectan profundamente los
sistemas físico y biológico mundiales, como es el caso del calentamiento global
o el adelgazamiento de la capa de ozono. También en este caso las consecuencias
de estos fenómenos no son las mismas ni se hacen sentir con igual
intensidad en todos los países debido precisamente a su diversa localización
geográfica, a la distancia que media entre ellos. En el caso de la globalización
cultural la transmisión de conocimientos científicos y técnicos, lo mismo que
de información, de modas, influencias religiosas o estilos de vida puede ser, y
a menudo en efecto es, sumamente rápida con independencia de la distancia,
no obstante lo cual su incorporación a la cultura nacional puede tomar muchos
años. Ese plazo puede caracterizarse apropiadamente como distancia
cultural, pues en tanto esa incorporación no haya tenido lugar no se materializa
la globalización cultural. La difusión masiva de las concepciones «occidentales
» sobre el Estado y la democracia se espera que tenga como consecuencia
la remodelación de las sociedades de países en desarrollo. Sin embargo, la
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experiencia de más de un siglo muestra claramente que «las sociedades tradicionales
pueden responder eficazmente a las demandas internas de cambio
institucional desarrollado a lo largo de un periodo relativamente largo, pero
son generalmente incapaces de cambios institucionales rápidos para satisfacer
demandas provocadas por los contactos extranjeros» (Guerra-Borges
2000, p. 20).
Así pues, aunque el flujo de ideas y patrones de vida sea muy intenso, y
efectivamente lo es gracias a los medios técnicos de que ahora se dispone,
mientras esas influencias no se inscriban en las instituciones y en el funcionamiento
cotidiano de las sociedades, serán apenas como el destello fulgurante
de una galaxia que no obstante viajar a la velocidad de la luz tarda siglos en
recorrer la inmensa distancia que la separa de la Tierra, y en ésta no se tendrá
conocimiento de su existencia ni se le incorporará a la cartografía del universo
hasta que la luz galáctica haya alcanzado nuestro planeta. Finalmente,
creemos necesario advertir que toda diferenciación de los periodos y formas
de la globalización tiene mucho de convencional y siempre tiene un carácter
relativo, pues en la historia no hay discontinuidades absolutas, en todas las
épocas la humanidad ha sido heredera de lo que construyó en el pasado.
Naturaleza esencial de la globalización
La propuesta de criterios delimitatorios de este fenómeno no llega, sin embargo,
a la cuestión central de qué es la globalización como proceso histórico, a
qué proceso esencial profundo responde el surgimiento de los hechos, rasgos
o atributos que se atribuyen a las definiciones más enumerativas con que se
cuenta. Dicho de otra manera, una cosa es enumerar los hechos en que se
manifiesta y otra muy distinta qué es el proceso en sí. Para algunos autores la
globalización es internacionalización del capital o simplemente del capitalismo.
Para otros es equivalente a interdependencia económica (Saxe-Fernández).
Esta es resultado de la internacionalización del capitalismo, cuya principal
consecuencia ha sido la implantación de las formas sociales de producción
capitalista en nuevas naciones y su incorporación al mercado mundial. Por lo
tanto, esta definición de la globalización puntualiza solo un rasgo esencial
del fenómeno, en el primer caso, y un resultado principal en el segundo, pero
no dilucidan cuáles son los rasgos que diferencian a aquélla de la de otros
periodos.
He sugerido en otro lado que con la globalización estamos ante un proceso
por el cual el capitalismo pasa de una estructura social de acumulación a otra
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basada en el uso de nuevas fuerzas productivas, que en nuestro tiempo
incluyen, por primera vez, a la ciencia. En consecuencia, hemos manifestado
que la globalización es el proceso mediante el cual el capitalismo reestructura
la economía mundial en consonancia con el establecimiento de un nuevo
régimen de acumulación, que se sustenta en nuevos principios generales de
organización del trabajo y de uso de las tecnologías avanzadas disponibles,
para recuperar, mantener o elevar la tasa de ganancia que haga posible la
reproducción del sistema (Guerra-Borges 2002). Siguiendo a Lipietz2 el régimen
de acumulación (o estructura social de la acumulación) se define como
el modo de transformación estable durante periodos prolongados de las
normas de producción, distribución e intercambio de la economía capitalista
de mercado. Cabe entonces preguntar: ¿a qué régimen de acumulación
sustituye el que comenzó a instaurarse aproximadamente en los años 70?;
¿cuáles son las normas e instituciones que ahora son reemplazadas o se
pretende reemplazar? El régimen de acumulación que se desplaza es el que
conocemos como capitalismo fordista, la estructura económica internacionalmente
dominante después de la Segunda Guerra Mundial. El garante del
sistema fue EEUU. Este régimen de acumulación descansaba en el incremento
de la demanda interna y, en consecuencia, en la elevación regular de los
salarios, el mantenimiento del nivel de competitividad mediante la incorporación
sostenida de tecnología y la ampliación del mercado interno con base
en una amplia intervención estatal y de compromisos de clase institucionalizados.
En lo fundamental el fordismo se organizó bajo una forma nacional. El
comercio exterior no tenía la importancia que adquirió con posterioridad. Al
inicio de los años 70 llegó a su fin la fase de acumulación ininterrumpida del
capital más prolongada que ha conocido el capitalismo desde la Primera
Guerra Mundial. Tuvo lugar una nueva crisis económica de alcance global,
en la quedó de manifiesto que el modo de acumulación y regulación fordista
no podía seguir garantizando la tasa de ganancia del capital. La globalización
contemporánea es la respuesta y el desmantelamiento del Estado de bienestar
su meta.
Globalización e imperativo ético
La ofensiva contra los derechos y conquistas sociales y económicas del Estado
de bienestar ha sido general y en todos los frentes. Como consecuencia,
«en el umbral del III milenio cada uno puede constatar que la incertidumbre
ha llegado a ser la única certidumbre» (Ramonet, p. 17). Nadie acierta a
2. Agradezco al autor que me haya proporcionado copia de su manuscrito.
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anticipar como será su futuro porque en su presente todo lo que ve es que
está perdiendo lo poco o mucho que había llegado a ganar. Los países desarrollados,
el club de los países ricos en la sociedad mundial, son ahora más
ricos y concentran una porción mayor del ingreso mundial que antes, y sin
embargo es allí donde ahora presenciamos los movimientos de oposición más
poderosos y bien organizados contra la globalización y las instituciones
financieras internacionales. «Las sociedades occidentales no se ven más
claramente en el espejo del futuro; parecen atormentadas por el desempleo,
ganadas por la incertidumbre, intimidadas por el choque de las nuevas
tecnologías, perturbadas por la mundialización de la economía, preocupadas
por la degradación del medio ambiente y fuertemente desmoralizadas por
una corrupción galopante» (Ramonet, p. 15).
En América Latina, la región del mundo donde se fue más lejos en la aplicación
de las reformas neoliberales, ha quedado atrás el optimismo con que los
gobiernos saludaron hace 15 años el Consenso de Washington, decálogo de
tales reformas. Como lo admiten la Cepal y el BID, la prometida estabilidad
dista mucho de haberse conseguido y en vez de ello constatan ahora que la
inestabilidad no solo sigue siendo una dolencia crónica latinoamericana sino
que tiene consecuencias aún más graves. El desarrollo prometido que se
asociaba a la liberalización y el Estado mínimo se contrasta ahora con hechos
lacerantes como que de seis regiones del mundo por su nivel de ingreso medio,
América Latina en 2000 solo aventajaba a Africa, cuando en la década de
1950 se colocaba en segundo lugar después de los países desarrollados. Se
depositaron todas las esperanzas en el arribo liberalizado del capital extranjero,
pero aunque en los últimos 15 años se ha recibido tres veces más inversión
extranjera que en la década de 1970, se ha crecido apenas a un ritmo anual
equivalente a 50%, aproximadamente, de la tasa de crecimiento promedio en
las tres décadas de desarrollo con intervención del Estado.
La liberalización económica fue presentada al mundo en desarrollo como la respuesta a estrategias
ineficientes asociadas a la protección comercial, a los altos niveles de intervención estatal y a
la captación de rentas por parte de los agentes económicos que dichas estrategias generaban. Fue
presentada también como la forma de aprovechar plenamente las oportunidades que ofrecía la
globalización ... En los últimos años se ha producido un intenso cuestionamiento acerca de la
sabiduría de esta visión ... En términos más generales, la insatisfacción con los resultados de las
reformas es cada vez mayor (Ocampo, pp. 3-4).
Quizás la más elocuente constatación del fracaso, por provenir de donde
proviene, es un documento del Diálogo Interamericano, El disenso de Washington,
publicado en 2000 al término de un balance de haber aplicado con tan
refinado apego el Consenso. Esta situación dramática, que aqueja lo mismo a
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los pueblos de los países desarrollados que a los del mundo en desarrollo,
constituye para la comunidad académica una oportunidad excepcional para
hacer valer su compromiso de luchar por la recuperación de lo que se ha
perdido. En un mundo que tiene a su disposición los medios técnicos y económicos
para elevar radicalmente la calidad de vida de toda la humanidad, y
no solo de una parte minoritaria, se ha obtenido el resultado inverso y eso
coloca en posición defensiva a quienes en el pasado proclamaban con arrogancia
la eficacia de sus políticas. Debemos admitir que ante la ofensiva
neoliberal las comunidades académicas se sintieron desconcertadas, perdieron
de pronto la voz y tartamudearon sus posiciones, temerosas de que se les
señalara como portadoras de ideas trasnochadas. Eso se acabó. Por eso dijimos
en otra parte que, contándose ya con un rico arsenal de argumentos para
demostrar la falta de fundamento del discurso globalista neoliberal, en lo
sucesivo la dirección principal de la investigación debería ser la elaboración
de una agenda constructiva sobre la globalización. Damos a entender con
esto que no solo se debe denunciar de manera bien fundada las consecuencias
antisociales de la globalización sino a la par formular vías de solución,
caminos alternativos que puestos a disposición de la sociedad atropellada
ésta les infunda vida y viabilidad.
Antes que ser un proceso frente al cual no cabe hacer resistencia alguna
porque lo impulsa con ciega necesidad la incesante introducción de nuevas
tecnologías, la globalización tiene hasta ahora los rasgos antisociales que se
denuncian con creciente frecuencia debido al curso, a la modalidad y al ritmo
que le han impreso quienes detentan posiciones de gobierno y de subordinación
(como el FMI, el Banco Mundial y la OMC), en asociación con las
grandes transnacionales. La globalización no es un proceso inmutable sino
susceptible de la acción correctora de la sociedad. Teniéndolo presente creemos
que al mismo tiempo que se continúa el contraataque a la ofensiva ideológica
de los promotores de una globalización tipo apartheid, debe inaugurarse
en el mundo académico una ofensiva ideológica democrática, responsable
y solidaria en que asociemos globalización y destino humano.
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sustancialmente por los nuevos aportes de la ciencia y de la praxis. En ciencias
sociales esto probablemente es más común que en otras ciencias.
Aceptado lo anterior, y adscritos los investigadores a una doctrina, cuerpo
coherente de ideas o concepción del mundo, en suma, un paradigma, creemos
que en la investigación académica, y con mayor razón en la práctica
social, en vez de recluirnos con exclusividad en un paradigma debemos
abrirnos a la comprensión de los demás, percibiendo en su distinta percepción
de la realidad lo nuevo, lo paralelo, lo convergente, lo incorporable a
nuestra propia percepción, cuya coherencia interna debe ser cuidadosamente
preservada para no caer en el extremo del eclecticismo, que es una forma
invertebrada de pensamiento.
Con tales premisas podemos decir ahora que el paradigma con que pensamos
la globalización articula elementos como los siguientes: la globalización
contemporánea existe y, por tanto, no es algo que solo en el pasado tuvo su
esplendor; no implica necesariamente universalidad; es un fenómeno multidimensional
y no un proceso exclusivamente económico; es un proceso
propio del capitalismo y no anterior a éste; los Estados no son víctimas pasivas
de la globalización sino agentes primordiales de ésta; la globalización no
es un proceso inmutable sino susceptible a la acción correctora de la sociedad.
Conviene aclarar que si bien los Estados desempeñan un papel crucial
en la creación de las condiciones para la globalización, ellos mismos sufren
mutaciones en su institucionalidad y sus funciones. Por otra parte, al autolimitarse
mediante la creación de instituciones a las que dotan de la competencia
para emitir normas internacionales, restringen su autonomía nacional
para tomar decisiones en materias antes reservadas a la soberanía. El paradigma
que hemos esbozado somera e imperfectamente implica la elección de
una categoría analítica, que en nuestro caso es el sistema. Concebir la globalización
en forma sistémica es tomarla como totalidad que integra otros
sistemas (ambiente, economía, política, cultura) que interactúan entre sí con
intensidad variable en el tiempo y en el espacio. Esto introduce la noción de
indeterminación de los resultados, que si bien admite el reconocimiento de
tendencias de curso claramente predecible, excluye la predecibilidad teleológica
de la globalización como algo cuyos rasgos definitorios es posible anticipar
desde ahora.
Los fundamentalistas de la globalización la profetizan como un fin de la
historia, como la consumación de una nueva época en que se entroniza el
mercado absoluto. En el mejor de los casos hacen la concesión de que estep0rtes
siglos atrás, y en este caso desde cuándo); por último, el impacto de la globalización
sobre el orden social y político, incluida la cuestión de la supervivencia
o el fin del Estado.
El punto de partida
Mediante los paradigmas condensamos en un conjunto de categorías e ideas
básicas nuestra visión del mundo material y espiritual, que podemos emplear
explícitamente para delimitar nuestro espacio de reflexión, como tenerlas a
modo de trasfondo del discurso analítico a medida que nos adentramos en el
conocimiento del objeto de estudio, deslindando lo que tiene relevancia de lo
que no la tiene. El paradigma nos permite además disponer de un lenguaje
compartido, que utilizamos como herramienta analítica o de comunicación.
Junto a lo anterior, las desventajas de los paradigmas es que tienden a ignorar
la investigación realizada desde otras posiciones paradigmáticas o a considerarla
errónea y menospreciarla, lo cual si se lleva al extremo imposibilita la
comunicación y clausura la posibilidad de retroalimentarse mediante un
intercambio de resultados. (Sobre estas cuestiones y, en general, sobre la «globalización
ideológica», cf. Martínez González-Tablas.) En vista de lo anterior,
que es una argumentación atendible, nos parece la mejor opción el concepto
kuhniano de paradigma científico. Según Thomas S. Khun, la evolución de la
investigación científica sienta las bases teóricas y filosóficas del paradigma,
las cuales por todo un tiempo son compartidas como matriz disciplinar
común. En el proceso de las investigaciones con dicha matriz pueden evidenciarse
anomalías de diverso tipo, por lo que las teorías que condensa el
paradigma sufren modificaciones mediante la adopción de hipótesis ad hoc, o
bien en su relación con otras teorías. Cuando esas anomalías son muy importantes,
cuantitativa o cualitativamente, se abre un proceso de sustitución del
paradigma para dar paso a uno nuevo, que tenga mayor capacidad explicativa,
es decir, mayor capacidad para resolver los problemas concretos que
constituyen el campo de estudio. Para algunos autores el paradigma antiguo
no es sustituido por otro hasta que ya se cuenta con uno alternativo o al
menos ya está elaborado en sus principales elementos.
Cualquiera que sea el caso, el concepto general de paradigma kuhniano es lo
que para nuestro propósito interesa, con el agregado de que en nuestro parecer
la aludida sustitución de los paradigmas puede no implicar el reemplazo
total de uno por otro distinto, como ocurrió con el paradigma cosmológico
del geocentrismo por el copernicano heliocéntrico, sino que en un número
mayor de casos el paradigma sustituido no es otro que el anterior modifica

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