viernes, 13 de junio de 2008

LA REVOLUCION FRANCESA
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El heredero de Luis XIV y Luis XV era un joven príncipe de veinte años, más parecido a su madre, sajona, y a su abuela, polaca, que a sus progenitores varones, franceses borbones.
El problema primordial al que se enfrenta el nuevo soberano es hallar el modo de terminar con el déficit actual y el acumulado por los dos reinados anteriores. Sin embargo, este problema envolvía todos los demás: de reorganización interior, distribución de servicios, reglamentación del comercio, abolición del feudalismo, etc. No podía haber balance de ingresos y gastos sin nuevos impuestos y un mejor reparto de los antiguos. Y aún había que dar esperanzas de que los sacrificios estarían compensados con beneficios, sin que todo lo engullera Versalles.
Preparados por la filosofía fácil de aquel siglo, los franceses se entusiasmaron con los proyectos de dos ministros de hacienda que llegaron a gozar de inmensa popularidad. Uno fue Turgot, el otro Necker.
Para Turgot, la función del estado en aquel momento trágico, con una deuda gigantesca, debía reducirse a fomentar la actividad natural, mejorar los caminos, las sillas de posta y correos, reducir privilegios y disminuir injusticias. En Hacienda, su táctica era de una simplicidad fantástica que consistía en evitar nuevos déficit y enjugar el antiguo, reservando cada año diez millones de libras para que al interés compuesto, mágicamente se multiplicaran, y en día no lejano llegaran a formar una suma suficiente con que pagar a los innumerables acreedores de la nación.
Turgot tuvo que dejar el puesto a consecuencia de una "guerra de las harinas". Le sucedió Neker ginebrino y calvinista, llegó a Hacienda en el año de 1776, su tratamiento para la economía francesa no era mala y de no haber existido otros factores políticos y sociales que resolver, acaso la revolución se hubiera evitado. Pero Neker como Turgot y todos los ministros bienintencionados que rodearon al rey, comprendía que aquellos paliativos sólo servirían para ganar tiempo, y proponía otros remedios, empezando por el de la división de Francia en provincias con asambleas regionales y municipales. Estas hubieran acabado por producir una entera reorganización del reino, y hubieran terminado con el régimen absolutista.
El caos administrativo aumentaba día por día. Desde la dimisión de Turgot, en diez años el gobierno había devorado, en gastos extraordinarios, 1,600 millones obtenidos por empréstitos. En 1786, Claonne, que había sucedido a Neker, se vio obligado a comunicar al rey, el deplorable estado del tesoro, que acumulaba déficit anuales por cien millones de libras. El ministro insistía en que "había que reformar lo vicioso en la constitución del Reino, empezando por los cimientos para evitar la ruina total del edificio del Estado".
Claonne proponía un plan de reformas, síntesis o mezcolanza de todo lo que habían planeado Turgot y Neker. Entre sus propuestas las más importantes eran la de dividir a Francias en gobiernos regionales con asambleas municipales, de distrito y provinciales. Estas asambleas debían atender a la distribución de los impuestos y al nombramiento de los oficiales de administración local. La segunda era que la contribución llamada del "veintavo", de la que los privilegiados (nobleza y clero) estaban exentos, se pagaría entonces según las tierras y ningún predio quedaría eximido de ella; ni aún las tierras del dominio real quedaban libres de aquel impuesto territorial.
Viendo al monarca indeciso, Claonne propuso que se consultara a una asamblea de notables antes de proceder a las reformas. Esta asamblea se convocó sin tan sólo consultarlo con la reina. Los notables se reunieron en Versalles el 22 de Febrero de 1787.
La toma de la Bastilla
Escogidos arbitrariamente en la Cámara Real, había entre los notables sólo seis del brazo popular; los demás eran príncipes de sangre, prelados, nobles, magistrados, presidentes de municipios, todos de clase privilegiada. Entre ellos destacaba el joven marques de La Fayette, con el prestigio que le daba su romántica intervención en la revolución americana.
La nació presenciaba aquel experimento con maligna curiosidad, algunas gentes ilustradas preveían que sería difícil detenerse allí. "Al convocar a los notables, el rey ha dimitido", decían los nobles. "Versalles esta de baja, el papel de Francia sube" decían los patriotas, "Es un ultraje a la nación tratar de cambiar el régimen sin convocar un parlamento donde estaría representado el brazo popular", añadían otros.
Mientras tanto los notables deliberaban sin concluir nada práctico y sólo se manifestaron con entera claridad en lo del impuesto territorial. ¿No habían sido obtenidos los privilegios por servicios realizados en reinados anteriores?. La exención de los impuestos no era un favor gratuito, sino a cambio de sacrificios que habían hecho sus antepasados por la nación. Pero Claonne vociferaba: "Son abusos, si señores, abusos que pesan sobre las clases productivas y laboriosas, abusos de privilegios pecuniarios, excepciones de la ley común, desigualdad en el reparto de los subsidios, enorme desproporción entre las contribuciones de las diferentes provincias se un mismo estado y entre las cargas de los súbditos de un mismo soberano.
Entonces uno de los notables, el procurador Axis pronunció una terrible sentencia. "Ni esta asamblea de notables, ni otras asambleas parecidas, ni aun el rey… pueden imponer el impuesto territorial. Unicamente tendrían derecho ha hacerlo los Estados Generales, o Parlamento General de todo el reino elegido por el pueblo". La asamblea de Notables se manifestaba por tanto, contraría al absolutismo en el aspecto tributario y llego a acusar a Cloanne de malversación de fondos, por lo que este dimitió. Su sucesor, el arzobispo De Brienne, disolvió la asamblea de Notables y trató de llevar a la práctica las ideas de Claonne, pero fracasó.
El fracaso de la asamblea de Notables, hizo necesaria otra panacea: el Parlamento o Estados Generales. Un detalle: los Estados Generales, no habían sido convocados por espacio de casi dos siglos, pero el pueblo recordaba confusamente algunos precedentes de que el rey había concedido mayor representación al brazo popular, y la filosofía política del siglo XVIII había dejado en claro que era lo justo hacerlo, finalmente se fijó el número de diputados en 1200, de los cuales 600 serían del brazo popular, 300 de la nobleza y 300 del clero.
Esta concesión en vez de aplacar a los campeones del pueblo, los enardeció. Ellos también habían derramado la sangre por la nación y no habían obtenido ningún privilegio. Ya al día siguiente de la sesión inaugural el brazo popular se declaró en franca rebeldía el 17 de junio, el brazo popular rebelde y aislado se constituyó en Asamblea Nacional y el 22 del mismo mes los diputados rebeldes se juramentaron a no separarse hasta dejar elaborada una nueva Constitución del reino.
No hubo más remedio que ceder, el 27 de junio el rey autorizó la unión de los tres estados y reconoció el hecho consumado de la Asamblea Nacional. Para el 6 de julio la asamblea nombra de su seno una ponencia para que redactara el proyecto de Constitución. El 9 de Julio decidió denominarse Asamblea Constituyente. Por otra parte el 14 de julio de 1789 se inicia la revolución armada las turbas de París saquean el hospital de los inválidos y con las armas encontradas en aquel refugió asaltaban la Bastilla.
Desde el 5 de mayo, fecha de la inauguración de los Estados Generales al 14 de julio sólo habían pasado algo más de dos meses; el régimen se declaraba caducado por la asamblea y su poder quebrantado con la toma del viejo castillo prisión, espantajo de varias generaciones, tras la toma de la Bastilla los incendios, motines, saqueos y degollinas se abatieron sobre Francia.
El 4 de agosto la nobleza dio un ejemplo de entusiasmo patriótico y para calmar al populacho pidieron que la Asamblea declarara la igualdad de impuestos y la suspensión de los privilegios feudales, la libertad de los siervos, la abolición de la gabela y la nacionalización de los bienes el clero.
La Constitución fue aprobada en 1791, pero solo estuvo vigente un año y en realidad jamás se aplicó, por lo pronto, abolía los títulos y ordenes de nobleza, prohibía la venta de cargos públicos y disolvía los gremios y asociaciones que monopolizaban el comercio, impedía los votos religiosos y declaraba el matrimonio u contrato civil además de establecer registros para nacimientos y defunciones.
La soberanía residía en la nación, pero esta podía delegar su ejercicio en un cuerpo legislativo y en el rey. Los diputados serían elegidos por compromisarios, y estos a su vez por todos los ciudadanos contribuyentes que habían jurado fidelidad a la nación y al rey. Al rey se le llamaba "rey de Francia por la gracia de Dios y la voluntad nacional" y sus derechos eran indivisibles y hereditarios.
El rey juró la constitución y la corte y miles de ciudadanos creyeron que aquel acto teatral era la última conseción al espíritu revolucionario. Pero no fue así un primer error fue excluir por decreto a los miembros de la Asamblea Constituyente de la primera Asamblea Legislativa.
En esta nueva Asamblea Legislativa predominaba un grupo de abogados, periodistas, saturados de mal digeridas lecturas clásicas, los llamados jacobinos en aquel momentos capitaneados por Danton y Robespierre, ex miembros de la Asamblea Nacional y que por lo tanto no habían podido ser elegidos para la Legislativa. En cambio habían encontrado refugio como miembros del consejo municipal de París, la Commune que pronto convirtieron en un foco de insurrección irresistible.
Danton y sus cómplices prepararon un primer levantamiento popular para el 20 de junio de 1792. La Comunne aprobó la idea de una fiesta revolucionaria con la excusa de plantar un árbol de la libertad delante de las Tullerías, donde entonces habitaba el rey y donde se reunía la Asamblea Legislativa. Después de plantar el árbol se descubrieron los accesos a las Tullerías y la multitud se precipitó dentro del palacio. El rey quedo tan perplejo como el populacho al encontrarse frente a frente pero en lugar de ser asesinado como pretendían los organizadores del motín fraternizó con los descamisados. Por lo visto el "buen pueblo" de París era demasiado sensible para preferir el asesinato a la nueva sensación de fraternizar con los reyes.
Los conspiradores decidieron un segundo golpe para el 10 de agosto. Los manifestantes no serían sólo los ciudadanos de París. Sino también jacobinos de todos los estados que habían llegado con el propósito de celebrar el 14 de julio el aniversario de la toma de la bastilla y se les había entretenido con excusas.
Las turbas invadieron las Tullerías, degollaron y martitizaron a guardias y servidores, tanto a los que se entregaban como a los que se resistían. Luis XVI decidió no luchar y prefirió refugiarse con la reina y los príncipes en el local donde deliberaba la Asamblea Legislativa. En septiembre continuó la degollina con la invasión de las cárceles.
Entre tanto el rey y su familia estaban hacinados en un palco o tribuna de los secretarios de la Asamblea esperando que se decidiera su suerte. Los Jacobinos de la Commune enviaban mensajes que excitaban a la asamblea a votar la deposición del rey. Pero la Asamblea se contentó con aceptar la propuesta de Vergniaud, el más elocuente de los girondinos, que declaraba al rey suspenso en su oficio y nombraba un preceptor para elc delfín. Este hecho obligaba a convocar una nueva convención para una constitución que estuviera en armonía con la situación legal creada por los acontecimientos. Quedaba evidenciada una separación entre los revolucionarios los girondinos que eran monárquicos y consideraban la posibilidad de hacer rey al hijo de Luis XVI para quien se buscaría un filosofo como preceptor y los jacobinos que buscaban una república y que pretendían dominar en la Asamblea Legislativa y forzaron las elecciones dando a toda Francia una impresión de revuelta que dejaba entrever el advenimiento del Terror. En París los Jacobinos ganaron casi todos los puestos fueron elegidos por la capital los personajes siguientes: Robespiere, Danton, Marat, Camille, etc.,
La convención que iba a durar hasta el 26 de octubre de 1795 inauguro sus secciones el 21 de septiembre de 1792 ese mismo día la Asamblea declaró por unanimidad que la monarquía quedaba abolida y para el 22 se acordó que desde entonces se datarían los documentos a partir del año primero de la república.
La rapidez de la revolución empezó entonces a alarmar a los girondinos y comenzaron a insinuar que Danton y otros jacobinos aspiraban al triunvirato o la dictadura. La lucha entre jacobinos y girondinos se suspendió de momento con la excitación que produjo el proceso del rey. La convención, arrogándose derecho de tribunal, acusó a Luis XVI de traidor a la nación, por haber mantenido correspondencia secreta con los monarcas europeos que se interesaban el su salvación. La Comisión decreto por unanimidad que Luis Capeto era culpable de las acusaciones, y el rey fue guillotinado en la Plaza de la Revolución, hoy Plaza de la Concordia, el 21 de enero de 1793, 1 de la República. El proceso de la reina se efectuó seis meses después.
Desaparecido el enemigo común, que era la monarquía, se hizo más aguda la discusión entre girondinos y jacobinos. Las "secciones" o tenencias de alcaldías de París apoyaron a los jacobinos de la Commune, forzando la caída de la monarquía, y el verano del mismo año de 1793 después de varios motines y golpes de estado consiguieron la proscripción de los girondinos. Estos se hubieran conformado con una república democrática como las de nuestro siglo, pero después de una revolución las tendencias centradas no funcionan, era necesario que el péndulo se inclinara hasta el lado opuesto para después estacionarse en el centro. Los girondinos pagaron su moderación, unos suicidandose y otros en la guillotina en octubre de 1793, a menos de un año de haber firmado la sentencia contra el rey.
En Abril del año siguiente toco su turno a Danton en la guillotina, acusado de traición a la patria. Robesperre, intentaba continuar con la revolución haciendola más radical y más sangrienta, pero cuando se alejó el peligro de una invasión extranjera su dictadura paso a ser innecesaria y los conspiradores le hirieron en la misma Commune y fue ejecutado en julio de 1794. La Commune fue disuelta el mismo día y poco después se cerro el club de los jacobinos.
Mientras la guillotina iba segando en los respiros que dejaba la lucha de partidos, las cabezas que subsistían iban elaborando un nuevo proyecto que viniera a substituir la Constitución de 1791. En esta nueva constitución de la convención se desvanecían los últimos derechos feudales.
La nueva constitución defendía el derecho de propiedad mientras afirmaba que el fin de la sociedad es el bien común, que el hombre tiene derecho al trabajo y que si no puede trabajar los socorros públicos son una deuda sagrada.
No cabe duda que si la revolución hubiera seguido con su marcha normal (sin Napoleón), hubiera intensificado este tono socialista. Robespierre había dicho, "todo lo que es necesario es de propiedad común, sólo lo superfluo debe permitirse que sea de propiedad privada". El bienestar del pueblo se consideraba como la primera obligación del gobierno "Un pueblo que no es feliz no tiene patria".
Empezaba a cristalizar la idea de que Francia tenía que imponer sus principios a Europa: "Nuestras fronteras serán los cuatro ámbitos del planeta había dicho Dantón. Otros creían augurar que habría gobiernos a la antigua mientras otros se constituirían a imitación francesa.



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