viernes, 26 de septiembre de 2008

La historia y su filosofía

filosofía de la historia

Disciplina filosófica dedicada al estudio de la esencia y el sentido
de la historia en su conjunto. Los problemas de la filosofía de la
historia se pueden distribuir, a efectos puramente sistemáticos, en
formales y materiales: los primeros se refieren a los métodos y los
conceptos por medio de los cuales se trata de aprehender la realidad
histórica, mientras que los segundos se ocupan de la historia
concreta, e intentan atribuir una finalidad y un sentido últimos al
acontecer histórico. Las posiciones de la mayoría de «escuelas» y
doctrinas afectan, sin embargo, a los dos aspectos apuntados, sin que
sea a menudo fácil separarlos unos de otros. La filosofía de la
historia se constituyó como disciplina autónoma en el siglo XVIII, de
la mano de Voltaire.

El pensamiento grecorromano concibió en general la historia de forma
cíclica (es el caso de Hesíodo o Tucídides), y fue el cristianismo el
que varió su signo en profundidad, entendiéndola como un proceso
lineal y escatológico, dirigido a un fin. En las ideas de san Agustín
se basan la mayoría de las concepciones medievales de la historia
como proceso de salvación, gobernado por la providencia. No siempre,
sin embargo, se conserva la arquitectura compleja y bien trabada de
las ideas de san Agustín, y así el providencialismo de Bossuet, ya en
el siglo XVII, refleja una actitud más ingenua. En cualquier caso, la
Ilustración significa una primera ruptura con las doctrinas
teológicas de la historia dominantes, sustituidas en general por una
«fe» secularizada en un progreso también lineal, no exenta de
ingenuidad en ocasiones. Para Kant, la filosofía de la historia es
una construcción de la razón pura que busca un sentido global y
último al caos de acciones y pasiones individuales que parecen
constituir el pasado de la humanidad, y que según este filósofo
produce inevitablemente una cierta repugnancia a la razón. Este
sentido último, sin embargo, debe ser el desarrollo completo de las
facultades contenidas en la naturaleza humana, y la constitución de
un orden político perfecto.

El romanticismo presenta un escenario más complejo, en la medida que
toma conciencia de los errores provocados por unas lecturas que
olvidaban la inevitable determinación histórica del propio sujeto
cognoscente, y que tendían a concebir las sociedades y las culturas
de las distintas épocas como un continuo indiferenciado. Una obra
fundamental en este cambio de actitud frente a la historia fue la
Ciencia nueva (1725) de Giambattista Vico, original y ciertamente
avanzada a su tiempo, donde se defiende la necesidad de «recrear» las
actitudes e ideas del pasado, en lugar de imponerle interpretaciones
falsificadoras procedentes de la propia cultura. La historia está
sometida según Vico a un devenir cíclico, marcado por «cursos y
recursos», y guiado por la providencia. Otra línea de pensamiento,
sin embargo, lleva al extremo las pretensiones de aplicar a la
historia el método científico, y así el positivismo de Comte concibe
la historia como un proceso necesario y dominado por leyes
universales e inmutables, dirigido hacia el progresivo dominio de la
naturaleza por el hombre,.

Hegel concibió la historia en términos absolutos como el proceso de
autoconocimiento del Espíritu, aunque en un sentido estricto la
historia se refiere a la historia humana, por la que el hombre tiende
a realizar la propia libertad y racionalidad a través de un proceso
dialéctico de lucha consigo mismo, negándose y superándose en cada
estadio. Esta concepción dialéctica de la historia va a mantenerse en
Marx, aunque el escenario se modifica notablemente: el motor de la
historia son las relaciones económicas de producción, la
«infraestructura», que gobierna las ideas e instituciones de la
sociedad (la «superestructura»), a menudo simple ideología, es decir,
un discurso dirigido a ocultar la contradicción profunda de las
diferencias entre clases. El siglo XX conoce un cambio fundamental en
el signo de la filosofía de la historia, representado a la perfección
por el pesimismo de Spengler. El historicismo de Dilthey afirma que
la historia debe ser «comprendida», y no «explicada», al modo de las
ciencias de la naturaleza. Otra tendencia, representada por Croce y
Colligwood, pone también el acento en la necesidad de alejar la
historia de la ciencia, y de entender las acciones por las que se
hace la historia como acciones «pensadas» por un sujeto; el
historiador debe «revivir» los hechos en su mente. Al lado de estas
orientaciones, la «escuela analítica» niega en general que haya una
diferencia entre ciencias naturales y ciencias históricas.

No hay comentarios: